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Las sorprendentes conclusiones de la concesión del Papa Francisco a la FSSPX

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Nota de de la Dirección: Hacemos notar que este específico «Sacerdote anónimo» no ha escrito antes para The Remnant, ni es un sacerdote de la FSSPX ni pertenece a ninguna sociedad ni organización relacionada con la FSSPX .

El cisma y la facultad para oír confesiones en el CDC (Código de Derecho Canónico de 1983)

Primera proposición: Un sacerdote que tiene la facultad de oír confesiones no puede estar en cisma.  Mi razonamiento es el siguiente:

1.  Estar en cisma es estar bajo excomunicación latae sententiae.

2.  Un sacerdote bajo excomunicación latae sententiae tiene prohibido administrar los sacramentos.

3.  Por lo tanto, un sacerdote que tiene permitido celebrar los sacramentos no puede estar en cisma.

Las disposiciones relevantes del CIC son las siguientes.

En su canon 751, el Código define «cisma» de la siguiente manera: «Rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos».

El canon 1364 estipula que, entre otras cosas, «el cismático incurre en excomunión latae sententiae».

El canon 1331 §1 indica:

Se prohíbe al excomulgado:

1 tener cualquier participación ministerial en la celebración del Sacrificio Eucarístico o en cualesquiera otras ceremonias de culto;

2 celebrar los sacramentos o sacramentales y recibir los sacramentos;

3 desempeñar oficios, ministerios o cargos eclesiásticos, o realizar actos de régimen.

Segunda proposición: El Santo Padre debe considerar a los sacerdotes de FSSPX ministros de la Iglesia fielmente adheridos a la doctrina del magisterio.

El CDC estipula que no puede dársele a un sacerdote la facultad de absolver pecados a menos que posea la potestad de orden así como la facultad para ejercerla sobre los fieles (can. 966 §1). El sacerdote puede recibir esa facultad tanto ipso iure como por concesión de la autoridad competente, a tenor del c. 969 (can. 966 §1).

Nótese, también, que el  canon 970 estipula que «La facultad de oír confesiones sólo debe concederse a los presbíteros que hayan sido considerados aptos mediante un examen, o cuya idoneidad conste de otro modo». De ser cierto, como se informa, que Su Santidad el papa Francisco ha otorgado a la FSSPX la facultad de absolver pecados durante el Jubileo de la Misericordia, de ello se sigue que cumplen una o ambas condiciones del canon 970.

Finalmente, hacemos la observación de que el canon 978 §2 estipula: «Al administrar el sacramento, el confesor, como ministro de la Iglesia, debe atenerse fielmente a la doctrina del Magisterio y a las normas dictadas por la autoridad competente».

Por consiguiente, si el Papa ha otorgado las facultades arriba referidas, el Santo Padre debe de considerar que los sacerdotes de la FSSPX están capacitados para operar como ministros de la Iglesia y «atenerse fielmente a la doctrina».

Sacerdote anónimo

[Traducción de  Enrique Treviño. Artículo original]

Que conste: Declaración del Superior de la Fraternidad San Pío X sobre la Relatio final del Sínodo

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La Relación final de la segunda sesión del Sínodo de la familia, publicada el 24 de octubre de 2015, lejos de manifestar un consenso de los padres sinodales, constituye la expresión de un compromiso entre posturas profundamente divergentes. En ella se puede ver que se recuerdan ciertos puntos doctrinales sobre el matrimonio y la familia católica, pero también se notan lamentables ambigüedades y omisiones, y sobre todo brechas abiertas en la disciplina en nombre de una misericordia pastoral relativista. La impresión general que se desprende de este texto es la de una confusión que no dejará de ser explotada en un sentido contrario a la enseñanza constante de la Iglesia.

Por esta razón, nos parece necesario reafirmar la verdad recibida de Cristo sobre la función del Papa y de los obispos (1) y sobre la familia y el matrimonio (2), cosa que hacemos en el mismo espíritu que nos llevó a dirigir al Papa Francisco una súplica antes de la segunda sesión de este Sínodo.

1 – La función del Papa y de los obispos[1]

Como hijos de la Iglesia Católica, creemos que el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, es el Vicario de Cristo, al mismo tiempo que es la cabeza visible de toda la Iglesia. Su poder es en sentido propio una jurisdicción a la que, tanto los pastores como los fieles de las Iglesias particulares, cada uno de ellos por separado o todos ellos reunidos, incluso en concilio, en sínodo o en conferencias episcopales, quedan obligados por un deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia.

Dios ha dispuesto así las cosas para que, manteniendo con el obispo de Roma la comunión y la profesión de una misma fe, la Iglesia de Cristo no sea sino un solo rebaño bajo un solo pastor. La Santa Iglesia de Dios ha sido divinamente constituida como una sociedad jerárquica en la que la autoridad que gobierna a los fieles viene de Dios, a través del Papa y de los obispos que le están sometidos. [2]

Cuando el Magisterio pontificio supremo ha dado la expresión auténtica de la verdad revelada, tanto en materia dogmática como en materia disciplinar, no les corresponde a los organismos eclesiásticos con autoridad de rango inferior –como las conferencias episcopales– introducir modificaciones en él.

El sentido de los sagrados dogmas que ha de conservarse a perpetuidad es el que el magisterio del Papa y los obispos han enseñado de una vez por todas y del que nadie puede jamás separarse. Por consiguiente, la pastoral de la Iglesia cuando ejerce la misericordia ha de comenzar remediando la miseria de la ignorancia al dar a las almas la verdad que las salva.

En la jerarquía instituida así por Dios, en materia de fe y de magisterio, las verdades reveladas han sido confiadas como un depósito divino a los Apóstoles y a sus sucesores, el Papa y los obispos, para que lo guarden fielmente y lo enseñen con autoridad. Este depósito está contenido, como en sus fuentes, en los libros de la Sagrada Escritura y en las tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de boca del propio Cristo o transmitidas como de mano en mano por los Apóstoles por dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros.

Cuando la Iglesia docente declara el sentido de estas verdades contenidas en la Escritura y la Tradición, lo impone con autoridad a los fieles para que lo crean como revelado por Dios. Es erróneo decir que al Papa y a los obispos corresponde ratificar lo que les sugiere el sensus fidei o la experiencia común del Pueblo de Dios.

Como ya habíamos escrito en nuestra Súplica al Santo Padre: «Nuestra inquietud brota de la condenación que San Pío X hizo, en su encíclica Pascendi, de la acomodación del dogma a pretendidas exigencias contemporáneas. Pío X y vos, habéis recibido la plenitud del poder de enseñar, de santificar y de gobernar en la obediencia a Cristo, que es el Jefe y el Pastor del rebaño en todo tiempo y en todo lugar, y de quien el Papa debe ser el fiel vicario sobre esta tierra. Lo que ha sido objeto de una condenación dogmática no puede convertirse, con el tiempo, en una práctica pastoral autorizada».

Esto es lo que llevó a Mons. Marcel Lefebvre a escribir en su Declaración del 21 de noviembre de 1974: «Ninguna autoridad, ni siquiera la más alta en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos. «Si ocurriese —dice san Pablo— que yo mismo o un Ángel bajado del cielo os enseñase otra cosa distinta a lo que yo os he enseñado, sea anatema». [3]

2 – El matrimonio y la familia católica

Acerca del matrimonio, Dios ha provisto al crecimiento del género humano instituyendo el matrimonio, que es la unión estable y perpetua de un hombre y de una mujer [4]. El matrimonio de los bautizados es un sacramento, ya que Cristo lo elevó a esta dignidad; por lo tanto, el matrimonio y la familia son de institución divina y natural.

El fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos, que ninguna voluntad humana podría excluir realizando actos que le son opuestos. El fin secundario del matrimonio es la ayuda mutua que se dan los cónyuges, así como el remedio de la concupiscencia.

Cristo estableció que la unidad del matrimonio sería definitiva, tanto para los cristianos como para todos los hombres. Esta unidad goza de tal indisolubilidad que no puede romperse nunca, ni por la voluntad de ambas partes ni por ninguna autoridad humana: «lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».[5] En el caso del matrimonio sacramental entre bautizados, la unidad e indisolubilidad se explican, además, por el hecho de ser el signo de la unión de Cristo con su esposa.

Todo lo que los hombres puedan decretar o hacer contra la unidad e indisolubilidad del matrimonio no corresponde ni a lo que exige la naturaleza ni al bien de la sociedad humana. Además, los fieles católicos tienen el deber grave de no unirse únicamente por el vínculo del matrimonio civil, sin tener en cuenta el matrimonio religioso prescrito por la Iglesia.

La recepción de la eucaristía (o comunión sacramental) requiere el estado de gracia santificante y la unión con Cristo mediante la caridad; la comunión aumenta esta caridad y significa al propio tiempo el amor de Cristo por la Iglesia, que le está unida como Esposa única. Por consiguiente, las personas que deliberadamente viven juntas en una unión de concubinato o incluso adúltera van contra las leyes de Dios y de la Iglesia, porque dan el mal ejemplo de una falta de justicia y de caridad, no pueden ser admitidas a la comunión eucarística y son consideradas como pecadores públicos: «El que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio». [6]

Para recibir la absolución de los pecados en el ámbito del sacramento de la penitencia, se requiere tener el firme propósito de no pecar más y, consiguientemente, los que se niegan a poner término a su situación irregular no pueden recibir una absolución válida.[7]

En conformidad con la ley natural, el hombre no tiene derecho a usar su sexualidad sino en el matrimonio legítimo y respetando las leyes fijadas por la moral. Por lo tanto, la homosexualidad contradice el derecho divino natural. Las uniones realizadas fuera del matrimonio, de concubinato, de adulterio e incluso homosexuales, son un desorden contrario a las exigencias de la ley divina natural y por lo tanto constituyen un pecado. No puede reconocerse en ellas parte alguna de bondad moral, ni siquiera disminuida.

Ante los errores actuales y las legislaciones civiles contra la santidad del matrimonio y la pureza de las costumbres, la ley natural no admite excepciones, pues Dios, en su sabiduría infinita, al darnos su ley ha previsto todos los casos y circunstancias, a diferencia de los legisladores humanos. Por ello no puede admitirse una moral denominada de situación, que se propone adaptar las reglas de conducta dictadas por la ley natural a las diferentes culturas. La solución de los problemas de orden moral no ha de someterse tan sólo a la conciencia de los esposos o de los pastores, y la ley natural se impone a la conciencia como regla del obrar.

La solicitud del Buen Samaritano con el pecador se manifiesta por medio de la misericordia que no transige con su pecado, lo mismo que el médico que quiere ayudar eficazmente a un enfermo a recuperar la salud no transige con su enfermedad, sino que le ayuda a deshacerse de ella. Es imposible liberarse de la ley evangélica en nombre de una pastoral subjetiva que, aunque recordara universalmente tal ley, la aboliría caso por caso. Nadie puede conceder a los obispos la facultad de suspender la ley de la indisolubilidad del matrimonio ad casum sin exponerse a que se vuelva sosa la doctrina del Evangelio y quede troceada la autoridad de la Iglesia. Pues, en esta perspectiva errónea, lo que se afirma doctrinalmente podría negarse pastoralmente, y lo que está prohibido de jure podría estar autorizado de facto.

En esta confusión extrema, le corresponde en adelante al Papa –conforme a su cargo y en los límites que le ha fijado Cristo– volver a expresar con claridad y firmeza la verdad católica quod semper, quod ubique, quod ab omnibus [8], e impedir que esta verdad universal sea práctica y localmente contradicha.

Siguiendo el consejo de Cristo: orate et vigilate, rezamos por el Papa: oremus pro pontifice nostro Francisco, y permanecemos vigilantes: non tradat eum in manus inimicorum ejus[9], para que Dios no lo entregue en manos de sus enemigos. Suplicamos a María, Madre de Iglesia, que le conceda las gracias que le permitan ser el fiel intendente de los tesoros de su divino Hijo.

Menzingen, 27 de octubre de 2015
+ Bernard FELLAY
Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

[1] Concilio de Trento, sesión 4ª; concilio Vaticano I, constitución Dei Filius; decreto Lamentabili, n° 6.
[2] Mt 16, 18-19; Jn 21, 15-17; constitución Pastor aeternus del concilio Vatican I.
[3] Gál 1, 8.
[4] Gén 2, 18-25
[5] Mt 19, 6.
[6] Lc 16, 18.
[7] León XIII, Arcanum divinae sapientiae; Pío XI, Casti connubii.
[8] San Vicente de Lerins, Commonitorium.
[9] Oración pro summo Pontifice. [Fuente]

Un obispo en la cumbre

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“Ayúdenos a hacer comprender a la gente que no somos cismáticos. Somos parte de la Iglesia. En ella nos sentimos seguros. Es nuestra casa. No la dejaremos. No podemos dejarla nunca” Monseñor Bernard Fellay.

Menzingen es un lugar que una vez que se lo visita no se olvida pronto. Enclavado en altas praderas montañosas con vistas a Zug (Suiza), una muralla invisible parece haberse erigido en torno a esta fortaleza católica, defendiéndola del progreso aplastador de almas del mundo moderno. El solo hecho de que originalmente se construyera para servir de pabellón de caza ya le agrega mística. Casi te parece que de un momento a otro va a llegar el joven emperador Carlos de Austria a medio galope seguido de cerca por un par de perros de caza.

En realidad, no hay gran cosa que decir del lugar: una capilla modesta, una formidable estatua de San Pío X, unas pocas dependencias y el propio edificio principal, que alberga las oficinas y habitaciones del Superior General y sus asistentes. Defendida por cumbres que Dios ha levantado a modo de nevadas almenas, es el ambiente ideal para la sede de la mayor fraternidad de sacerdotes católicos tradicionalistas del mundo.

Con la ayuda de un amigo que vive cerca, me pude comunicar rápidamente con el secretario de monseñor Bernard Fellay justo después de la peregrinación a Chartres en junio pasado. El obispo se iba a marchar del país al día siguiente por la tarde, pero amablemente accedió a encontrar un hueco para verme en la mañana. Jamie Bogle (a la sazón presidente de Una Voce International) me acompañó para realizar una breve visita en taxi a la montaña, que quedaba a treinta minutos de nuestro hotel.

Una monja muy sonriente con hábito tradicional nos saludó a la entrada y nos acompañó hasta el salón. Una vez dentro, la calidez de los presentes y el lugar tan acogedor hicieron que me encontrara sonriendo sin razón aparente como un niño en una tienda de caramelos. Se diría que el tiempo se ha detenido allí.

El suelo está cubierto por pesadas alfombras, sin duda para defenderse del gélido inverno, que debe de ser muy crudo. Los muebles antiguos están dispuestos con buen gusto como si estuvieran allí desde hace una siglo. El tictac del viejo reloj de abuelo acompaña a los rayos de sol mientras éstos se abren paso por el acogedor salón. Es como si hubiéramos hecho un viaje en el tiempo. Fue una sensación que, dicho sea de paso, se mantuvo por mucho rato después de que Fellay entrara y tomara asiento frente a nosotros. No suena la televisión, no hay zumbidos de computadora ni otros ruidos; solamente una bendita paz. Paz católica.

Me he encontrado con monseñor Fellay muchas otras veces, y siempre me impactó su manifiesta humildad. De hecho, no se ve que denote la menor superioridad o autosuficiencia. Si una mosca de la pared me dijera que ante mí está sentado un hombre de una santidad particular, no me sorprendería en modo alguno.

Nos sirvieron té y nos quedamos conversando tranquilamente los tres. Se notaba que los dos intrusos hacíamos lo que podíamos por enterarnos lo mejor posible de la histórica situación en que se encuentra la Fraternidad San Pío X .

Aunque Fellay es bastante prudente, no me dio la impresión de que midiera sus palabras ante el periodista que tenía a su derecha y el jefe de una asociación católica que estaba a su derecha. Contestaba a nuestras preguntas sin vacilar; de hecho, con una grata sinceridad.

Hablamos brevemente de muchos temas, y no creo que revele ningún secreto si digo que a Fellay se lo ve tan perplejo con Francisco como el resto de nosotros, aunque señaló la paradoja de que el Papa sea menos contrario a la Fraternidad de lo que puedan observar adversarios y amigos de ésta. Como es un auténtico liberal, el Papa está evidentemente dispuesto a aceptar a cualquiera, aunque sea la FSSPX.

“¿Qué podemos hacer para ayudarlo en su labor, Excelencia?” –le pregunté cuando nuestro encuentro se acercaba a su fin. Ayúdenos a hacer comprender a la gente que no somos cismáticos, me respondió.

La sinceridad en sus palabras era palpable. Y prosiguió casi con tono de súplica: somos parte de la Iglesia. En ella nos sentimos seguros. Es nuestra casa. No la dejaremos. No podemos dejarla nunca.

Claramente es un hombre de fe que tiene un profundo amor a la Santa Madre Iglesia. Es evidente que quienes reniegan de monseñor Fellay nunca han tenido el placer de conocerlo.

De repente me alegré de que Dios no me haya pedido solucionar la complicada situación que enfrenta actualmente monseñor Fellay. Por un lado, con la apostasía y la herejía instaladas abiertamente la Iglesia parece absurdo preocuparse de la supuesta situación canónica irregular de la Fraternidad de San Pío X. La letra de la ley importa mucho menos que su espíritu en tiempos de agitación universal, y ese espíritu se preocupa ante todo por la salvación de las almas. ¿Qué motivos habría para preocuparse por los herejes de hecho que acusan a la FSSPX de cisma? Vista de frente, la cosa es cómica.

Basta considerar brevemente lo que les pasó a los Franciscanos de la Inmaculada para considerar justificado el clamor de monseñor Fellay:  “¡No tengan nada que ver con esos lobos!”

¿Y quién soy yo? Un seglar que ve las cosas como un seglar. Porque, por otra parte, ¿qué pasaría si 600 curas y un millón de fieles tradicionalistas de pronto desecharan la falsa acusación de cisma, y se les reconociera un reconocimiento oficial que podría socavar hasta los cimientos la fachada de los católicos pseudotradicionalistas? La idea, desde luego, es tentadora.

¿Qué podría hacer yo? ¿Y qué podrían hacer ustedes? Lo único que importa es qué hará Fellay cuando llegue el momento. La misa en latín se reza nuevamente en casi todas las ciudades del mundo. La Fraternidad de San Pedro prospera; y esto gracias al extravagante pontificado de Francisco, y hasta los católicos pseudotradicionalistas están empezando a darse cuenta de los innumerables problemas que ha creado la Iglesia del Vaticano II. Si mañana mismo se regularizara la situación de la FSSPX, pensemos en lo que podría significar, ya que en el mundo católico hay muchos que por fin están dispuestos a escuchar los argumentos que expuso hace tiempo monseñor Lefebvre.

Por otro lado, una vez regularizada, ¿podrían los sacerdotes de la FSSPX hacer aquello por lo que han luchado junto con muchos otros buenos sacerdotes?: hacer una continua oposición pública al régimen vaticanosecondista. ¿O la FSSPX  cambiaría la contrarrevolución católica por una simple postura provida con un toque de Misa Tradicional?

Vuelvo a decir que no lo sé. Simplemente estoy dando vueltas a cuestiones por las que Fellay debe de estar meditando en oración cada día mientras la revolución de la Iglesia la desploma a unas profundidades diabólicas.

No creo que la FSSPX esté en cisma. Está dentro de la Iglesia, y Fellay está en lo correcto: es nuestra Iglesia, en ella nos sentimos seguros. Es nuestra herencia. Nuestra madre. Y no tenemos la menor intención de huir y dejar que los modernistas hagan lo que quieran con ella.

Permanecemos, sufrimos con ella, conservamos la fe de siempre y pelearemos hasta recuperar nuestros templos. En ese sentido, la FSSPX ha imitado siempre el ejemplo de San Atanasio, y esa fue la razón por la que acepta a Francisco como Papa, reza por los obispos diocesanos en todas sus misas y nunca ha intentado fundar una Petite Église.

¡Qué frustrante debe de ser para ellos que hombres insignificantes con poco entendimiento y todavía menos criterio se pongan a cacarear despotricando sobre el cisma de la FSSPX, afirmando que están fuera de la Iglesia, son tan malos como los protestantes y conducen a las almas al infierno!

Los sólidos argumentos de la FSSPX contra la nueva orientación de la Iglesia, la nueva misa y los aspectos problemáticos del Vaticano II -la misma razón por la que para empezar tuvimos el Summorum pontificum-, son por norma desestimados por esos bravucones argumentando que la Fraternidad es cismática.

¿Podemos entonces acusar a la FSSPX de tener la intención de aplastar los típicos fundamentos de los católicos pseudotradicionales, tan llenos de veneno y tan eficaces para engañar a miles de bienintencionados católicos que no conocen otra cosa?

En cuanto empecé a escuchar a Fellay, me di cuenta de que estaba en presencia de alguien que está en una encrucijada en la que no lucha con su conciencia, sino que se enfrenta a la dura realidad de su situación y a la terrible situación de nuestra Santa Madre Iglesia. ¿Qué quiere Dios que haga?

Salí de Menzingen convencido de que  tenía que hacer todo lo que estuviera a mi alcance para ayudar a la gente a entender que Fellay, claramente un santo, se encuentra en buena medida solo ante una decisión monumental: una decisión que, de una forma u otra, cambiará la historia. Incluso Michael  Davies acostumbraba decir que, aunque la FSSPX no incurrió en cisma en 1988, es verdad que su irregular y poco clara situación canónica no podría continuar por tiempo indefinido para que no empezara a formarse una mentalidad cismática en las siguientes generaciones.

El tema de fondo es: en este momento el último reducto tradicionalista, la FSSPX, está siendo empujada y tironeada  en todas direcciones y por amigos y enemigos muy poderosos. Fellay no se vende a nadie. Aquí no hay conspiración. Al contrario, lo que hay es un hombre que intenta discernir la voluntad de Dios para poder cumplir fielmente su deber como hijo leal de la Iglesia. Necesita nuestra ayuda, oraciones y apoyo; no que se hagan juicios precipitados

¿Ha llegado el momento de que haya una reunificación oficial de la FSSPX con el Vaticano? Que Dios nos asista. Yo no lo veo factible. Por lo que se ve, hay peligro de que Francisco y sus amiguitos modernistas acaben con todo el elemento humano de la Iglesia de Cristo mediante sus infernales principios.

Al mismo tiempo, el mundo entero está a punto de ver que Marcel Lefèbvre tuvo razón desde el comienzo: hay en efecto una crisis en la Iglesia, y la salvación de las almas es mucho más importante que un detalle técnico como la regularización canónica; preocupación que muchos ven tan ridícula como ponerse a colocar en su sitio los muebles de la cubierta del Titanic mientras éste se hunde.

Hay que reconocer que Francisco ha dado la razón a Lefèbvre. Cuando veo cómo los despistados católicos pseudotradicionales calumnian el legado de Lefèbvre, veo demonios disfrazados, furiosos contra uno de los pocos que no quisieron participar en la locura sino que se dejó iluminar por la lumen Christi para salir de las tinieblas conciliares, que se guió sin falta por la luz de la santa Tradición.

De aquí a cien años, dando por sentado que el mundo siga existiendo, los católicos les contaremos a nuestros hijos la historia de San Marcel, el obispo heroico que, como en su día San Juan Fisher, se enfrentó enérgicamente a la apostasía de su tiempo y se ganó el Cielo.

¿Es mejor la situación de la Iglesia hoy que en 1988? Si lo es, Lefebvre mismo le aconsejaría a Fellay que fuera a Roma.  Y si no lo es, ¿cómo va a ir Fellay a Roma sin causar afrenta al santo arzobispo? Este es el dilema que debe de quitarle el sueño, y por eso debemos rezar por él todos los días, tanto los que están en la Fraternidad como los que no formamos parte de ella.

No hay nada claro. Reina el caos, y el destino de la Iglesia y del mundo entero está en manos de en un puñado de obispos entre los cuales cuento por cierto a Fellay. Que el Señor esté con él y que el Trono de la Sabiduría vele sobre este fiel hijo de nuestra Santa Iglesia.

Michael Matt

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[Traducción de Agustina Belén. Artículo original]

Es cierto, Roma ha enviado una propuesta a la FSSPX

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[Secretum Meum Mihi] Nosotros vimos la información primero en un foro (Cathinfo) de la llamada resistencia, que son aquellos antiguos miembros de la FSSPX/SSPX que se han venido separando desde 2012 porque se oponen al manejo que el obispo Fellay ha venido dando a dicha fraternidad, pero el énfasis principal lo hacen en su oposición a cualquier tipo de regularización. No es exactamente la descripción, pero más o menos.

El rumor era que Roma había enviado a la FSSPX/SSPX una propuesta de acuerdo a la casa general en Menzingen ya hace unos días, la cual el obispo Fellay estaría considerando para su firma.

Ese rumor era confirmado por hechos como que el superior del Distrito de Suiza le había dicho a sus sacerdotes que la propuesta había sido recibida en Menzingen y que el rector del seminario de Zaitzkofen le había comentado a un laico de la existencia de la propuesta.

Pues bien, Gloria TV ha recibido por parte del rector del seminario de Zaitzkofen, P. Franz Schmidberger, la confirmación de la existencia de la tal propuesta, aunque para ellos la fuente inicial del rumor es diferente a la que nombramos arriba. Esta es nuestra traducción de lo que ha reportado Gloria TV.

EXCLUSIVO: Un sitio de internet sedevacantista de Estados Unidos ha esparcido el rumor de que un acuerdo entre la SSPX [FSSPX] y el Vaticano es inminente. Pero el Padre Franz Schmidberger, rector del seminario de la Fraternidad en Alemania, declaró ante Gloria.tv que no estaba a la vista un acuerdo. Pero confirmó que existe una propuesta en la cual —cita— “mucho necesita todavía ser aclarado”.

Entrevista Mons. Fellay (FSSPX): “El acto del Papa hace que durante el Año Santo tengamos una jurisdicción ordinaria”

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El Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX/SSPX), Mons. Bernard Fellay,  ha concedido este lunes una entrevista con importantes respuestas (y señales…). La entrevista es oficial ya que ha sido realizada por DICI, la propia agencia de noticias de la Fraternidad, y ha sido lanzada como parte de su última “Carta a los Amigos y Benefactores“.

El 1° de septiembre el Papa Francisco dio a todos los fieles, por propia iniciativa, la posibilidad de confesarse con los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X durante el Año Santo. ¿Cómo interpreta Ud. este gesto? ¿Aporta algo nuevo a la Fraternidad?

En efecto, fuimos sorprendidos por este acto del Santo Padre con ocasión del Año Santo, pues nos enteramos, como todo el mundo, por la prensa. ¿Cómo recibimos este acto? Permítanme recurrir a una imagen. Cuando un incendio arrecia, todo el mundo entiende que quienes tienen los medios deben esforzarse en apagarlo, sobre todo si faltan bomberos. Así han actuado los sacerdotes de la Fraternidad, durante todos los años de esta terrible crisis que sacude la Iglesia sin interrupción desde hace 50 años. En particular, frente a la trágica falta de confesores, nuestros sacerdotes se han entregado al servicio de las almas de los penitentes, utilizando el caso de urgencia previsto por el Código de Derecho Canónico.

El acto del Papa hace que durante el Año Santo tengamos una jurisdicción ordinaria. Siguiendo con la metáfora, ello consiste en darnos la insignia oficial de bomberos, a pesar de que nos la habían negado desde hace décadas. En sí, para la Fraternidad, sus miembros y sus fieles, esto no agrega nada nuevo; no obstante esta jurisdicción ordinaria tranquilizará a los que están con inquietudes y a todas las personas que hasta ahora no se atrevían a acercarse a nosotros. Pues, como dijimos en el comunicado en el que agradecimos al Papa, los sacerdotes de la Fraternidad sólo desean una cosa: “ejercer con renovada generosidad su ministerio en el confesionario, siguiendo el ejemplo de dedicación infatigable que el santo Cura de Ars dio a todos los sacerdotes”.

Con ocasión del Sínodo sobre la familia, Ud. dirigió una súplica al Santo Padre, y luego una declaración. ¿Por qué?

El objeto de nuestra súplica era exponer al Sumo Pontífice lo mejor posible la gravedad de la hora presente y el alcance decisivo de su intervención en materias morales tan importantes. El Papa Francisco tuvo conocimiento de nuestra súplica el 18 de septiembre, antes de su partida para Cuba y los Estados Unidos de Norteamérica, y nos hizo saber que no cambiaría nada a la doctrina católica del matrimonio, en particular en lo que a la indisolubilidad se refiere. Pero lo que temíamos, es que, en lo concreto, se instaurara una práctica que hiciera caso omiso de la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Y es lo que sucedió, por una parte con el Motu proprio de reforma del procedimiento de declaración de nulidad matrimonial, y por otra con el documento final de este sínodo. Por eso hice la declaración, que procura recordar la enseñanza constante de la Iglesia sobre una multitud de puntos que se discutieron y a veces se pusieron en duda durante este mes de octubre. No les oculto que el triste espectáculo que dio el Sínodo me parece particularmente vergonzoso y escandaloso por varios motivos.

¿Cuáles son esos puntos vergonzosos y escandalosos?

Pues bien, por ejemplo esta dicotomía entre la doctrina y la moral, entre la enseñanza de la verdad y la tolerancia del pecado y las peores situaciones inmorales. Que se sea paciente y misericordioso con los pecadores, por supuesto, pero ¿cómo se convertirán si no se denuncia su situación de pecado, si ya no oyen hablar del estado de gracia y de su contrario: el estado de pecado mortal, que sumerge el alma en una muerte espiritual y la entrega a los tormentos del infierno? Si se midiera la ofensa infinita que causa el menor pecado grave al honor de Dios y a su santidad, nos moriríamos de asombro. La Iglesia debe condenar el pecado con decisión, todos los pecados, los vicios y los errores que corrompen la verdad del Evangelio. No debe pactar o mostrar una culpable comprensión por comportamientos escandalosos, ni por los pecadores públicos que atentan contra la santidad del matrimonio. ¿Por qué la Iglesia no tiene ya el valor de hablar así?

Sin embargo hubo iniciativas positivas con motivo de este Sínodo. Por ejemplo el libro de los once cardenales – luego del de cinco cardenales el año pasado –, e igualmente la obra de los prelados africanos, la de los juristas católicos, el vademécum de los tres obispos…

Las iniciativas afortunadas que aparecieron recientemente defendiendo el matrimonio y la familia cristiana dan una luz de esperanza. Hay una reacción saludable, incluso si todo no tiene el mismo valor. Esperemos que esto sea el comienzo de un despertar en toda la Iglesia que conduzca a una recuperación y a una conversión de fondo.

Antes del verano en un sermón en Saint Nicolas du Chardonnet, en Paris, Mons. de Galarreta decía que parecía que la Iglesia comenzaba a fabricar “anticuerpos” contra las proposiciones aberrantes sobre el matrimonio realizadas por los progresistas, que se acomodan a las costumbres actuales en vez de tratar de corregirlas según la enseñanza evangélica. Esta reacción en el plano moral es beneficiosa. Y como la moral está íntimamente unida con la doctrina, esto podría ser el comienzo de un retorno de la Iglesia a su Tradición. ¡Rezamos diariamente por eso!

En nombre de la misericordia hay quienes, como el Cardenal Kasper, quieren, si no cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio, al menos suavizar la disciplina de la Iglesia sobre la comunión de los “divorciados vueltos a casar”, o modificar su juicio sobre las uniones contra natura. ¿Qué se debe pensar de todas estas excepciones llamadas “pastorales”?

La Iglesia puede legislar, es decir establecer leyes propias, que son precisiones de la ley divina. Pero en el ámbito del matrimonio sobre el cual se debate hoy Nuestro Señor ya zanjó la cuestión de manera clara y evidente: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mat. 19, 6), e inmediatamente después: “El que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mat. 19, 9). Por tanto, la Iglesia sólo tiene que hacer una cosa, recordar la ley divina y consagrarla en sus leyes eclesiásticas. En ningún caso puede ella permitirse ninguna discrepancia; eso sería faltar a su misión que consiste en transmitir el depósito revelado. Para hablar claro, en la cuestión que nos ocupa la Iglesia sólo puede comprobar que no hubo matrimonio en el comienzo, pero no podría hacer nulo o disolver un matrimonio válido en sí mismo.

Desde luego, las leyes eclesiásticas pueden agregar condiciones necesarias para la validez de un matrimonio, pero siempre en conformidad con la ley divina. De este modo la Iglesia puede declarar inválido un matrimonio por falta de forma canónica, pero nunca será la dueña de la ley divina a la que se halla sujeta. Y aún más, se debe afirmar que a diferencia de la ley humana y eclesiástica, la ley divina no admite excepciones, pues no ha sido hecha por hombres, los cuales no pueden prever todos los casos y están obligados a dejar un margen para las excepciones. Dios infinitamente sabio ha previsto todas las situaciones, como escribí en la súplica al Papa: “La ley de Dios, expresión de su eterna caridad para con los hombres, constituye en sí misma la suprema misericordia para todos los tiempos, todas las personas y todas las situaciones”.

El Motu proprio del 8 de septiembre que simplifica el procedimiento de las declaraciones de nulidad matrimonial, ¿no es una forma de ofrecer facilidades canónicas para escapar al principio de indisolubilidad del matrimonio, a pesar de que al mismo tiempo lo recuerde?

Es verdad que el nuevo Motu proprio que regula las disposiciones canónicas relativas a los procesos de nulidad pretende responder a un grave problema actual: el de muchas familias rotas por una separación. Examinar esos casos para proponer una solución más rápida, en la medida en que corresponde a la ley divina del matrimonio, ¡muy bien! Pero en el contexto actual, de la sociedad moderna, secularizada y hedonista, y de los tribunales eclesiásticos en los que ya se practica lo que está prohibido, este Motu proprio podría fácilmente convertirse en una ratificación legal del desorden. El resultado podría ser aún peor que el remedio propuesto. Me temo que uno de los puntos claves del Sínodo haya sido resuelto indirecta y ocultamente, abriendo el camino a un supuesto “divorcio católico”, pues, en los hechos, existe la posibilidad de muchos abusos, especialmente en los países donde los episcopados son poco exigentes y están imbuidos de progresismo y subjetivismo…

El Año Santo que debe abrirse el próximo 8 de diciembre, ¿acaso no ha sido puesto bajo el signo de una misericordia donde el arrepentimiento y la conversión estarían ausentes?

Es verdad que en el clima actual, el llamado a la misericordia predomina demasiado fácilmente sobre la indispensable conversión, que exige la contrición de las propias faltas y el horror del pecado, ofensa hecha a Dios. Como yo lo deploraba en la última Carta a los amigos y bienhechores (n° 84), de este modo el Cardenal hondureño Maradiaga complacientemente se hace eco de una nueva espiritualidad en la que la misericordia se ve truncada y amputada de la necesaria penitencia, que no se recuerda casi nunca.

Sin embargo, leyendo detenidamente los diferentes textos publicados con respecto al Año Santo, y sobre todo la bula de indicción del Jubileo, se ve que está presente la idea fundamental de la conversión y de la contrición de los pecados para obtener el perdón. A pesar de la referencia a una misericordia equívoca que consistiría en devolver al hombre más su “dignidad incomparable” que el estado de gracia, el Papa quiere favorecer el retorno de los que abandonaron la Iglesia y multiplica las iniciativas concretas para facilitar el recurso al sacramento de la penitencia. Desgraciadamente no se pregunta por qué tantas personas han abandonado la Iglesia o han dejado de practicar, y si no hay una relación con cierto Concilio, su “culto del hombre” y sus reformas catastróficas: ecumenismo desbocado, liturgia desacralizada y protestantizada, relajamiento de la moral, etc.

¿Los fieles apegados a la Tradición pueden, en consecuencia y sin riesgo de confusión, participar en el Jubileo extraordinario decidido por el Papa? Sobre todo porque este Año de la Misericordia pretende celebrar el 50º aniversario del Concilio Vaticano II, que habría derribado las “murallas” en las cuales estaba encerrada la Iglesia…

Evidentemente se plantea el tema de nuestra participación en este Año Santo. Para dar una respuesta, se requiere una distinción: las circunstancias en las que se convoca un Año Santo jubilar y la esencia de un Año Santo.

Las circunstancias son históricas y están vinculadas con los grandes aniversarios de la vida de Jesús, en particular su muerte redentora. Cada 50 años, o incluso 25, la Iglesia instituye un Año Santo. Esta vez, el acontecimiento de referencia para la apertura del Jubileo no es solamente la Redención – el 8 de diciembre está necesariamente vinculado con la obra redentora iniciada con la Inmaculada, Madre de Dios –, sino también con el Concilio Vaticano II. Resulta chocante y es algo que rechazamos formalmente, pues no podemos alegrarnos, antes bien debemos llorar sobre las ruinas ocasionadas por este Concilio, con la caída vertiginosa de las vocaciones, la disminución dramática de la práctica religiosa y sobre todo la pérdida de la fe, que el propio Juan Pablo II calificó de “apostasía silenciosa”.

De todos modos sigue estando lo que es esencial en un Año Santo: se trata de un año particular en el que la Iglesia, según la decisión del Sumo Pontífice que detenta el poder de las llaves, abre de par en par sus tesoros de gracias para acercar a los fieles a Dios, especialmente mediante el perdón de las faltas y la remisión de las penas debidas por el pecado. La Iglesia realiza esto por medio del sacramento de la penitencia y de las indulgencias. Esas gracias no cambian. Siguen siendo siempre las mismas, y sólo la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, dispone de ellas. Se puede igualmente indicar que las condiciones para obtener las indulgencias del Año Santo siguen siendo las mismas: confesión, comunión y oración por las intenciones del Papa – las intenciones tradicionales y no las intenciones personales. Al recordar estas condiciones habituales, no se hace referencia en ninguna parte a la adhesión a las novedades conciliares.

Cuando Mons. Lefebvre fue con todo el seminario de Ecône a Roma, con motivo del Año Santo de 1975, no fue para celebrar los 10 años del Concilio, aunque Pablo VI había recordado este aniversario en la bula de indicción. Fue, en cambio, la ocasión de manifestar nuestra romanidad, nuestro apego a la Santa Sede, al Papa que – como sucesor de Pedro – posee el poder de las llaves. Imitando a nuestro venerado fundador, durante este Año Santo, nos concentraremos en lo que es esencial: la penitencia para alcanzar la misericordia divina por el intermedio de su única Iglesia, a pesar de las circunstancias que se creyó necesario invocar para celebrar este año, como ya fue el caso en 1975, e incluso en 2000.

Se podrían comparar estos dos elementos, lo esencial y las circunstancias, con el contenido y el envoltorio en el que viene. Sería erróneo rechazar las gracias propuestas en un Año Santo porque es presentado en un envoltorio defectuoso, salvo que se considere que este envoltorio altera el contenido, que las circunstancias absorben lo esencial, y que en el caso presente, la Iglesia ya no dispone de las gracias propias del Año Santo debido a los daños ocasionados por el Concilio Vaticano II. ¡Pero la Iglesia no nació hace 50 años! Y por la gracia de Cristo, que es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Heb. 13, 8), la Iglesia sigue y seguirá siendo la misma, a pesar de este Concilio de apertura a un mundo en perpetuo cambio…

En varias declaraciones recientes parece que Ud. quiere anticipar el centenario de Fátima, invitando a la gente a prepararse desde ahora. ¿Por qué?

Dadas las perspectivas que aquí hemos evocado y para insistir sobre la urgencia de la conversión, hemos pensado unir estas buenas obras de misericordia corporal y espiritual, a las que se nos invita en este año, con el centenario de las apariciones de Fátima, donde Nuestra Señora insistió tanto en la necesidad de la conversión, de sí mismo y del mundo, y en la necesidad de las obras de penitencia y de la oración, especialmente del rosario. La imploración de la misericordia divina está estrechamente ligada a las apariciones de Fátima: la Santísima Virgen nos ha invitado a rezar y a hacer penitencia: así alcanzaremos misericordia, y no de otro modo. Me parece muy conveniente unir así los dos próximos años, dedicando dos años a esforzarnos en acercarnos tanto a la Santísima Virgen como a Nuestro Señor, tanto al Corazón Inmaculado de María como al Sagrado Corazón misericordioso.

La Fraternidad San Pío X organizará una peregrinación internacional a Fátima los días 21 a 23 de agosto del año 2017. Pero desde ahora podemos, e incluso debemos, prepararnos, sobre todo cuando se está menoscabando gravemente la moral católica.

[Artículo original]

Mons. Fellay: “todas las sanciones que pesaban sobre los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X están levantadas”

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“Creo que nunca habíamos tenido tanta confusión en la Iglesia

El Papa nos conoce muy bien, y su comportamiento nos obliga a pensar que nos tiene simpatía… La Fraternidad San Pío X tiene una relación estrecha con él, tiene acceso directo, cosa que puede parecer una locura en la presente situación… Le obsequiamos la biografía de monseñor Lefebvre, ¡y la leyó dos veces!

Si se obtuvieran algunas cosas, como la regularización canónica, sería mejor”

Con motivo de la Marcha por la vida celebrada en la capital estadounidense el pasado 22 de enero, en la cual participó monseñor Bernard Fellay, concedió la tarde anterior una conferencia de prensa sobre el tema de la familia. Ante unas 200 personas y seguido en tiempo real por Internet desde todos los rincones del mundo, el superior general de la Fraternidad San Pío X respondió a las preguntas de James Vogel, responsable de la casa editora del distrito de los Estados Unidos, Angelus Press.

DICI ofrece a sus lectores la traducción de las palabras más significativas pronunciadas por monseñor Fellay con relación al aborto, la situación de la Iglesia y la relación de la Fraternidad con Roma y el papa Francisco..

La Marcha por la Vida

“No se trata de una cuestión nacional. Es un combate a nivel mundial. Tenemos que defender a los inocentes, y esta batalla por la defensa de los inocentes es parte de un combate de grandes proporciones. (…) Lo verdaderamente impresionante es ver que esto sucede en todas partes, en todos los países. Algunos lo llaman progreso. Afirman hacer cosas muy buenas, cuando están destruyendo la humanidad. Comienzan esta destrucción de la naturaleza humana en el inicio mismo del ser humano, en el vientre mismo de la futura madre. (…)
Es indudable que tenemos que defender a los inocentes. Para eso he venido, para animar a todos a participar en esta importante batalla” [1].

Confusión en la Iglesia

“Hay una palabra que resume muy bien la situación la Iglesia: confusión. Y el último sínodo sobre la familia ha sido la expresión de dicha confusión. Lo que pasó con el documento final es ciertamente significativo (…) Se terminó con un texto ambiguo y al final no se sabe qué hacer, qué pensar. Creo que nunca habíamos tenido tanta confusión en la Iglesia. Varios obispos progresistas explicaron cosas increíbles sobre cuestiones fundamentales de moral, sin que los haya censurado la autoridad que se lo permitió. A parte de esto, hay cardenales y obispos que se han puesto en contra de ellos públicamente, sin rebozo. Esto también es una novedad. Y podemos albergar la esperanza de que esto sea el principio de una auténtica reacción, ¡que ya va siendo hora de que la tengamos!”.

Obispos contra obispos

“Esta situación me hace recordar al mensaje de La Salette. La Santísima Virgen María anunció tiempos difíciles para la Iglesia: obispos contra obispos y cardenales contra cardenales. Y si observamos la historia de la Iglesia, hasta ahora no encontramos una situación parecida.

Es francamente trágico. ¿Cómo podrán orientarse los fieles? Y aunque hoy el Santo Padre publicara un documento claro y preciso, sería demasiado tarde. El mal está hecho. Cuando algo se rompe, hace falta mucho esfuerzo para reconstruirlo. Y esa es la situación en que nos encontramos hoy en día”.

La jurisdicción concedida a los padres de la Fraternidad San Pío X para confesar

“No es otra cosa que una delegación de potestad, una  potestad ordinaria para confesar a los fieles. En circunstancias normales, esa potestad se la concede el obispo al sacerdote. Pero en este caso la hemos recibido directamente del Papa. Es muy excepcional, pero es posible.(…) Y eso significa, necesariamente, que todas las sanciones que pesaban sobre los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X están levantadas. Las sanciones y la autorización para confesar no pueden estar vigentes a la vez. Sería absurdo”.

Relaciones con Roma

“Puede parecer difícil de entender, porque el Papa hace muchos reproches a personas que insisten en la doctrina, que no quieren cambio… Pero no cabe la menor duda de que el Papa se ocupa personalmente de nuestro caso.

Nos conoce muy bien, y su comportamiento nos obliga a pensar que nos tiene simpatía… Puede parecer contradictorio. Personalmente, yo estaba convencido de que Roma nos iba a condenar de nuevo, y resulta que es al revés”.

El papa Francisco y la Fraternidad San Pío X

“Nos conoce desde que estaba en Argentina. Teníamos relación con él por cuestiones administrativas. En Argentina hay un concordato que permite a los sacerdotes extranjeros obtener permiso de residencia a condición de que lo acepte el obispo de la localidad. Algo perfectamente normal en sí. Evidentemente, teníamos un problema con un obispo que no quería nuestra presencia allí. Habríamos podido solicitar reconocimiento directamente al estado argentino, pero era impensable: somos católicos y no queríamos que se nos tratara como a una secta. Entonces, el superior de distrito de América del Sur se entrevistó con el cardenal Bergoglio para exponerle el problema. Su respuesta fue muy clara: ‘Es obvio que ustedes son católicos, que no son cismáticos; los voy a ayudar’ ¡Y nos ayudó! Se comunicó con Roma. Dirigió al Gobierno una carta favorable a nosotros, al mismo tiempo que recibía otra de la nunciatura que decía exactamente lo contrario. Estuvimos en esa situación hasta que lo eligieron papa.

Monseñor Fellay en la Marcha por la Vida

Monseñor Fellay en la Marcha por la Vida

Le obsequiamos la biografía de monseñor Lefebvre, ¡y la leyó dos veces! Cosa que no se hace si no se está interesado en el tema.

Con frecuencia decía públicamente que no debemos encerrarnos en nosotros mismos, que hay que ocuparse de las periferias y todo eso en vez de formar un grupo aislado. Y ve que eso es ni más ni menos lo que hacemos. Vamos al encuentro de las almas allí donde se encuentran, intentamos ayudarlas, y estoy bastante seguro de que el Santo Padre ve todo eso y le agrada. Tal vez no esté contento con todo lo que hacemos, pero en ese aspecto sí lo está.

En Argentina, dijo a nuestros sacerdotes: “Si quieren que sus hijos pierdan la fe, envíenlos a los colegios de la diócesis”. Eso quiere decir que es plenamente consciente de lo que pasa. Sabe que hay graves problemas en la Iglesia, aunque no hable mucho de ellos.

A veces, observándolo, nos quedamos perplejos. Yo no tengo todas las respuestas; simplemente observo los aspectos de su personalidad. Es inclasificable. Es imposible ubicarlo en una categoría deteminada; así es de imprevisible. Pero al final, como papa, ha regularizado personalmente nuestra situación en Argentina. (Lire DICI n°314 du 24/04/15)

La Fraternidad San Pío X tiene una relación estrecha con él, tiene acceso directo, cosa que puede parecer una locura en la presente situación“.

¿Hacia la regularización canónica de la Fraternidad San Pío X ?

“Me es imposible decirles qué va a suceder mañana. ¿Seremos reconocidos? Sinceramente, no tengo la menor idea. ¿Por qué? ¡Por la situación de la Iglesia! En la propia Roma, algunos quieren nuestra defunción. ¡Quieren que seamos condenados! ¿Quién ganará? ¿El Papa o los otros? Siento decirles que no lo sé.

Pero esta situación no nos va a paralizar. Sabemos lo que tenemos que hacer, así que proseguimos. Reconocemos que si se obtuvieran algunas cosas, como la regularización canónica, sería mejor. Ha habido conversaciones, ha habido nuevas propuestas, pero sabemos que tenemos enemigos al interior del Vaticano. No tiene nada de nuevo.

Pedimos al Señor que nos ilumine en cuanto a cuál es su voluntad, porque eso es lo que importa: la voluntad de Dios, la divina Providencia. Hasta ahora, Dios nos ha protegido y no hay motivo para que no sea así en el futuro”.

[Traducido por J.E.F. Equipo de traducción de Adelante la Fe. Fuente: FSSPX/USA, traducido del inglés – DICI n°329 del 29/01/16]
 
[1] Durante la misa matinal del 22 de enero, Fellay afirmó: «Todo aborto es un pecado terrible. Para entender mejor lo que es este pecado, es preciso entender primero que en un acto de esa naturaleza se da un ataque contra la intención de Dios para esa criatura. No atañe sólo a la vida humana: es una agresión a Dios.» Y, tras preguntarse cómo se podía reparar un crimen así, respondió: «La única manera es volverse hacia Dios. A nivel humano, no podemos repararlo por nuestros propios medios. Desde luego, podemos expresarnos. Es lo que hacemos por medio de la Marcha por la Vida. Protestamos, sufrimos, damos algo. En efecto, tratamos de reparar tanto como nos es posible, pero la verdadera reparación se hace aquí, en la Misa. Porque la Misa es la renovación incruenta del sacrificio de Nuestro Señor. Verdaderamente Dios ha hecho en el Calvario la reparación de todo en nuestro lugar. Y eso es exactamente lo que tenemos aquí: el Calvario. Quien está presente no es simplemente un sacerdote o un obispo. Es Nuestro Señor Jesucristo mismo. El mismo Jesús que estuvo en Palestina está presente en la Misa. El sacerdote no es sino su instrumento. Es verdaderamente Jesús quién está presente, y quien hace exactamente lo mismo que hizo en la cruz: ofrecer su vida en reparación.
»La enseñanza de la Iglesia dice esto: cada día celebramos el sacrificio de la Misa a causa de los pecados que cometemos. Es la enseñanza del Concilio de Trento. En razón de los pecados que se cometen todos los días en la Tierra celebramos la Misa. El padre Pío lo expresa de un modo maravilloso: dice que el mundo puede sobrevivir más fácilmente sin el sol que sin la Misa. Si todavía se puede vivir en la Tierra, es por la celebración diaria de la Misa.»

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Obispo de la FSSPX: “El Papa tiende al reconocimiento unilateral de la Fraternidad”

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Que conste, de una conferencia dada por el Obispo argentino-español de la Fraternidad de San Pío X (FSSPX), Alfonso de Galarreta, en Versalles, el 17 de enero de 2016:

¿Hacia un reconocimiento unilateral de la Sociedad (FSSPX)?

En la segunda parte de su conferencia, y más allá de las propuestas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Obispo de Galarreta confesó públicamente que cree que el Papa pronto conferirá status a la Sociedad de San Pío X.

“Yo pienso más bien, y este es el otro aspecto de las cosas, que este papa que dice a quien quiere escucharlo que nosotros somos católicos, que dice y repita que la Fraternidad es católica, que somos católicos, que nunca nos va a condenar y que es necesario arreglar nuestro “asunto”. Yo pienso que -él ha comenzado en esta vía- cuando él vea que no hay entendimiento con la Congregación de la Fe, yo creo que él va a anular toda condición doctrinal, teórica, práctica, o lo que sea… Él dará sus propios pasos hacia el reconocimiento de la Fraternidad. Ya ha comenzado; él simplemente continuará. Aquí yo no digo que yo lo desee, yo digo lo que preveo. Yo preveo, yo pienso que el papa irá en el sentido de un reconocimiento unilateral de la Fraternidad, y más bien por la vía de los hechos que por una vía de derecho o legal, canónico”.

Mons. De Galarreta admite que “este reconocimiento de hecho tendrá un efecto bueno, benéfico: es una apertura apostólica bastante extraordinaria, esto tendrá un efecto extraordinario”. Pero agrega que habría dos riesgos: el de crear una división interna y el de condicionar la predicación en ciertas circunstancias. Y se preguntó: “Esto requeriría una sabiduría extraordinaria y prudencia, una gran firmeza y claridad. ¿Somos capaces de esto?”

El prelado argentino respondió pidiendo a su audiencia que mantenga una confianza sobrenatural frente a estas eventualidades:

“Si es lo que nos manda la Providencia, tendremos las gracias necesarias para superar las dificultades y lidiar con ellas como es debido, pero por supuesto, sólo en tanto y en cuanto no es producto de nuestra voluntad sino que es impuesto sobre nosotros. Si nuestras ideas son claras, siempre podemos sacar provecho y extraer lo bueno. Pero en este caso hipotético, – les estoy dando mi opinión en base a conjeturas, ¿cierto? – en este caso creo que tendremos las gracias necesarias para perseverar y hacer el bien que debemos hacer en nuestra Santa Madre Iglesia. Dios no nos negará ni dejará de darnos los medios para perseverar en la fe y en el buen combate, si permanecemos en la fe, la esperanza, la caridad, en la fuerte profesión de la fe, en nuestra santificación diaria.”

Fuentes: En español, en frances y en inglés.

[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.]

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Muy pronto: Reconocimiento Unilateral de la Fraternidad de San Pío X

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Recién salido de Dici.org: “El Obispo de Galarreta dio una conferencia en Bailly, cerca de Versalles, el 17 de enero de 2016. Expuso la situación actual de la Iglesia e informó a su audiencia sobre el estado actual de las relaciones entre Roma y la Sociedad de San Pío X. Dirigió la comisión de teólogos de la Sociedad de San Pío X durante las discusiones doctrinales con Roma desde el 2009 hasta el 2011. Aquí están los fragmentos más importantes de su conferencia, transcriptos por DICI…

En la segunda parte de su conferencia, y más allá de las propuestas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Obispo de Galarreta confesó públicamente que cree que el Papa pronto conferirá status a la Sociedad de San Pío X:

“Yo pienso más bien, y este es el otro aspecto de las cosas, que este papa que dice a quien quiere escucharlo que nosotros somos católicos, que dice y repita que la Fraternidad es católica, que somos católicos, que nunca nos va a condenar y que es necesario arreglar nuestro “asunto”. Yo pienso que -él ha comenzado en esta vía- cuando él vea que no hay entendimiento con la Congregación de la Fe, yo creo que él va a anular toda condición doctrinal, teórica, práctica, o lo que sea… Él dará sus propios pasos hacia el reconocimiento de la Fraternidad. Ya ha comenzado; él simplemente continuará. Aquí yo no digo que yo lo desee, yo digo lo que preveo. Yo preveo, yo pienso que el papa irá en el sentido de un reconocimiento unilateral de la Fraternidad, y más bien por la vía de los hechos que por una vía de derecho o legal, canónico”.

Mons. De Galarreta admite que “este reconocimiento de hecho tendrá un efecto bueno, benéfico: es una apertura apostólica bastante extraordinaria, esto tendrá un efecto extraordinario”. Pero agrega que habría dos riesgos: el de crear una división interna y el de condicionar la predicación en ciertas circunstancias. Y se preguntó: “Esto requeriría una sabiduría extraordinaria y prudencia, una gran firmeza y claridad. ¿Somos capaces de esto?” LEA EL TEXTO COMPLETO AQUÍ

COMENTARIO DE THE REMNANT: ¡Ciertamente una pregunta sabia!  “¿Somos capaces de esto?” Aquí el apreciable Obispo demuestra un sensus catholicus y una prudencia fundamental que nos deja la absoluta confianza de que la FSSPX ciertamente está en buenas manos y comprende claramente lo que está en juego, y que lo que está en juego es en parte algo intangible.

Obviamente, Francisco regularizará a la FSSPX. ¿Por qué? Bueno, el viejo adagio debiera resumir muy bien las cosas: mantén cerca a tus amigos pero aún más cerca a tus enemigos.

La pregunta que todos debemos hacernos es esta: Cuando se trata de la regularización de la FSSPX, ¿qué partido saca el Vaticano? Déjenme repetirlo: ¿Qué partido sacan ellos?

¿Creemos realmente que Francisco el Grande — el hombre que se niega a juzgar a los sacerdotes homosexuales, que viajará a Suecia en octubre para celebrar la Revuelta Protestante, que piensa que los ateos van al cielo y que los judíos no necesitan convertirse — de verdad creemos que el hombre está profundamente preocupado por las almas de los seguidores de la FSSPX y su… (aquí toso)…”cisma”? ¡¿De verdad?!

¿Si no es esto, entonces qué?

En mi opinión (que es todo lo que esto es), el Vaticano sabe muy bien que la oposición a su revolución diabólica contra la fe tradicional proviene principalmente de una sola fuente, y que mientras esa fuente permanezca fuera de su control – bueno, no puede controlar a su oposición.

Esta vez, el Vaticano no pondrá exigencias a la FSSPX sobre el Vaticano II (por empezar, el Vaticano II ya es demasiado tradicional para ellos. ¡Ellos ya no aceptan el Vaticano II!). No pondrán exigencias en cuanto a la nueva misa. De hecho, tal como admite el Obispo de Galarreta, el Vaticano no impondrá ningún tipo de exigencias a la FSSPX. Simplemente regularizarán a la FSSPX por decreto, y después se sentarán a ver cómo la FSSPX se parte al medio. Se llama divide y vencerás, una estrategia tan vieja como el Jardín del Edén.

Incluso el mundo neo-católico se despierta por fin para reconocer que la silla de Pedro está ocupada por un hombre que desprecia la fe católica tradicional. Una contrarrevolución ejemplar contra el régimen del papa Francisco, liderada por 650 sacerdotes de la FSSPX de todo el mundo, sería hoy imparable… y un Vaticano profundamente dividido lo sabe.  Por lo tanto, no se impondrá ninguna exigencia, y el Vaticano hará a la FSSPX una oferta que literalmente no podrá rechazar.

No hay conspiración por parte de la FSSPX. El Vaticano lo hace por cuenta propia, en mi opinión, con Francisco a la cabeza. ¿Puede lidiar la FSSPX con esta “beneficencia” del papa Francisco?  ‘Esto requeriría una sabiduría extraordinaria y prudencia, una gran firmeza y claridad.’ ¿Son capaces de esto? – ésta es la pregunta.

Cuando se trata de la regularización de la FSSPX, tengan cuidado con lo que desean.

Recen por la FSSPX, una de las últimas y mejores esperanzas de la Iglesia. Estoy seguro que el Obispo Fellay y su equipo están del lado de los ángeles. Ahora esperemos a ver qué se traen los demonios.

Michael Matt

Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original

TEXTO COMPLETO AQUÍ

Inglés:

http://www.dici.org/en/documents/bishop-de-galarreta-i-think-the-pope-will-lean-towards-a-one-sided-recognition/

Español:

http://nonpossumus-vcr.blogspot.mx/2016/02/inminente-reconocimiento-de-roma-la.html

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El Superior de la FSSPX comenta que, la reconciliación “no es para mañana”. El sitio web de los obispos suizos, por alguna razón, distorsiona la información

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El obispo Bernard Fellay, Superior-General de la Fraternidad de San Pío X (FSSPX), manteniendo su habitual tono prudente acerca de los asuntos relacionado con las conversaciones entre su Fraternidad y la Santa Sede, dijo recientemente que, cualquier reconciliación entre Roma y la FSSPX “no es para mañana”. Sin embargo, el sitio web oficial de noticias de los obispos de Suiza tomó esto con el significado de que “se negó a cualquier acercamiento”, lo cual no es cierto en absoluto; y sabemos que ni siquiera es objetivamente cierto y que no es lo que el obispo ha dicho en repetidas ocasiones en los últimos meses bajo el papado de Francisco. Recientemente, no se ha anunciado una reconciliación inminente: en este caso, algunas noticias de la Swiss Bishops Conference (Conferencia Episcopal Suiza), sólo querrían provocar una distracción.

Como se puede ver a continuación, el contraste entre el titular y el contenido es evidente:

Fellay niega cualquier acercamiento de la Fraternidad de San Pío X con Roma 

El 5 de marzo, en el diario Le Nouvelliste, el obispo Bernard Fellay, Superior-General de la Fraternidad de San Pío X (FSSPX), negó los rumores de una reconciliación “inminente” entre la FSSPX y Roma, la cual fue anunciada por el obispo Alfonso de Galarreta, uno de los tres obispos de la Fraternidad.

“En mi opinión, esto no es para mañana. Todavía puede tardar años”, dijo el obispo Fellay en el diario Le Nouvelliste, añadiendo que, en este caso, “no hay que precipitarnos (…), estas cosas han estado ocurriendo desde el año 2000”.

En enero, en una conferencia pronunciada en Versalles, el obispo Alfonso de Galarreta, uno de los obispos de la Fraternidad de San Pío X, había anunciado la inminente reconciliación de la FSSPX con Roma. “Creo que (el Papa) anulará cualquier requisito doctrinal, teórica, práctica de o cualquier condición… Va a tomar sus propias medidas para el reconocimiento de la Fraternidad”, dijo en unos comentarios publicados el 26 de febrero por La Porte Latine, la página web oficial para la zona francófona de la FSSPX.

La reconciliación de la Fraternidad con la Iglesia, no está en la agenda del obispo Fellay quién cree que “hay una gran cantidad de heridas y debemos curarlas antes de tener una discusión tranquila”. El superior de la FSSPX se mantiene, sin embargo, “abierto a conversar con Roma, pero no a las concesiones”.

Bernard Hallet. Cath.net

[Traducido por Rocío Salas. Artículo original.]

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Entrevista con Mons. Fellay. La paradójica benevolencia de Francisco con la FSSPX

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 ¿Qué sucede con las relaciones de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con Roma?

Desde hace ya varias semanas han estado circulando numerosos rumores en la prensa[1] referentes a un posible reconocimiento canónico de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X por parte de Roma. En vez de acrecentar dichos rumores con comentarios, DICI ha optado por entrevistar al Superior General de la Fraternidad, Monseñor Bernard Fellay, con el fin de solicitarle una evaluación de los siguientes puntos:

  1. Las relaciones de la Fraternidad Sacerotal San Pío X con Roma
  2. Las nuevas propuestas de Roma
  3. “Ser aceptados tal cual somos”
  4. El Papa y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
  5. La jurisdicción otorgada a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
  6. Las visitas de los prelados enviados por Roma
  7. El estado actual de la Iglesia
  8. ¿Qué debemos pedirle a la Santísima Virgen?

1. Las relaciones de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con Roma desde al año 2000

Las relaciones con Roma, de hecho, continúan, aunque esa palabra no es del todo correcta… ya que nunca se han interrumpido, ciertamente, jamás se han roto, aunque su frecuencia ha variado, y su intensidad también… Podemos decir que desde el año 2000 ha habido contactos con Roma. Las autoridades romanas fueron las que solicitaron estos contactos, con miras a regularizar la situación de la Fraternidad. Ha habido altibajos, como digo, pero a partir del cardenal Castrillón Hoyos, en el año 2000, los contactos han sido, durante algún tiempo, bastante frecuentes. Luego de que nuestras famosas precondiciones hubieran quedado bien establecidas[2], hubo un tiempo en que las relaciones fueron… no quisiera utilizar la palabra suspendidas, pero casi. En el 2005, hubo un solo contacto. Y después del 2009, es decir, en el momento del levantamiento –lo que nosotros llamamos el levantamiento de las excomuniones; digamos: la rectificación de ese decreto de excomunión–,  ha habido un contacto más regular, especialmente con las discusiones doctrinales, las cuales fueron solicitadas por ambas partes y duraron alrededor de dos años[3]. Después, volvió a suscitarse lo que podríamos llamar una nueva etapa, esta vez había involucrada una propuesta de solución, la cual era doble: había una declaración doctrinal y una solución canónica. Esto duró casi un año, pero fracasó.

Luego, durante dos años las relaciones fueron escasas, para reanudarse, creo que podemos decirlo así, con el regreso de Monseñor Pozzo a la Comisión Pontificia Ecclesia Dei. Durante el tiempo de Monseñor Di Noia, hubo algunos contactos, es verdad, pero con Monseñor Pozzo tuvo lugar una nueva etapa, la cual volvió a ser doble. Por una parte, se reanudaron las discusiones, es decir, las discusiones doctrinales, de una manera más flexible, por lo tanto no completamente oficial, pero más que simplemente extraoficial, ya que estos obispos fueron enviados por Roma. Estas discusiones todavía continúan. Creo que vale la pena el esfuerzo. Y al mismo tiempo, en otro plano, y en cierto sentido, paralelamente, hubo una nueva propuesta en julio pasado: una invitación a la reflexión para buscar la forma de lograr la regularización canónica. Y aquí también, estas discusiones, estas reflexiones siguen avanzando. No existe ninguna prisa, eso es claro. ¿Estamos realmente avanzando? Yo pienso que sí. Pienso que sí, pero sin duda es un proceso lento.

2. Las nuevas propuestas de Roma estudiadas por los superiores mayores de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Queremos involucrar a un gran número de cófrades, empezando por los superiores, en nuestra reflexión acerca de las nuevas propuestas de Roma. Creo que es importante. Hemos aprendido algunas lecciones de lo sucedido en el 2012, lo cual ocasionó roces dentro de la Fraternidad. Pienso que una de las razones fue la falta de comunicación. Fue un período un tanto difícil. Por lo mismo, esta vez hemos elegido una vía distinta para abordar estas cuestiones, que requieren mucha reflexión.

Cuando vemos la situación de Roma, de la Iglesia, obviamente no nos sentimos alentados a actuar. Es comprensible que Roma quiera hacer una invitación, ya que representamos un problema para la Iglesia. Cuando vemos todos los esfuerzos realizados en favor del ecumenismo –¡para lograr sólo Dios sabe qué clase de unidad!–, y cuando vemos cómo somos tratados en la Iglesia, significa, evidentemente, que representamos un problema. Somos una gran espina para todo el sistema ecuménico actual. Esto por sí solo bastaría para explicar (la conducta adoptada por Roma). Creo que no se trata únicamente de eso, pero, en cualquier caso –sin considerar directamente cuáles son sus motivos–, existe un movimiento de Roma que intenta solucionar el problema.

Por otra parte, vemos la situación dramática de la Iglesia, en donde verdaderamente no existen muchos estímulos que nos inviten a seguir adelante. Por lo tanto, es necesaria una reflexión profunda, pero ésta no se realizará por sí sola. Necesitamos varios pares de ojos para observar correctamente, para reflexionar sobre todas las repercusiones de estas cuestiones. Por esto hemos querido solicitar a todos los superiores sus reflexiones con respecto a este tema.

3. “Ser aceptados tal  cual somos”, sin ambigüedades ni compromisos

Es absolutamente necesario evitar cualquier compromiso; entendiendo “compromiso” en dos sentidos. Compromiso en el sentido de que cada una de las partes cede algo para asegurarse otra cosa. Desde el principio se lo había dicho a Roma: “No quiero ambigüedades. Si quieren llegar a un consenso sobre un documento que es entendido de manera diferente por cada parte, significaría crear un caos, que se desataría al poco tiempo.” Por lo tanto, es absolutamente necesario evitar eso. Es prácticamente obvio que, al inicio, debido a la actual situación y los puntos de vista divergentes, el documento tenderá a la ambigüedad. Y no queremos eso en lo absoluto.

Obviamente, eso nos vuelve “rígidos”, por así decirlo. En todo caso, bastante rígidos, lo cual complica todavía más las cosas, pero para nosotros no existe una solución sencilla. Podríamos decir: “Sí, en teoría, es la solución de la verdad, pero la verdad debe ser total e íntegra.”

Este es el enfoque inicial que consideré importante adoptar con Roma. Ya con respecto al primer documento, les dije: “Es ambiguo, no va a funcionar, ¡no queremos absolutamente nada de esto!” Se trataba del primer documento, en el 2011. Esta vez me parece que la situación es mucho mejor. Verdaderamente ha habido avances importantes, en este sentido, contra la ambigüedad. Eso no quiere decir que se haya eliminado toda la ambigüedad…

Además del asunto de la claridad del documento, existe otra cuestión mucho más profunda, mucho más importante: ¿Qué margen, qué libertad se nos concedería o se nos concederá en caso de una regularización? Y, en este contexto, tomé como punto de partida una frase, que era el requisito práctico de Monseñor Lefebvre, quien lo consideraba como una condición sine qua nonpara una regularización; concretamente, el ser aceptados tal cual somos.

Por ello quise decirles (a Roma): “Si nos quieren, así es como somos; Uds. tienen que conocernos; así no podrán decirnos después que les ocultamos cosas. Así es como somos y así es como seguiremos siendo.” Seguiremos siendo como somos, ¿por qué? No es una cuestión de terquedad; no significa que nos consideremos los mejores; ha sido la Iglesia quien ha enseñado estas cosas y quien las ha exigido. No se trata solamente de la fe; también existe toda una disciplina que está en perfecta concordancia con esta fe, y esto constituía el tesoro de la Iglesia, esto fue lo que formó en el pasado a tantos santos, y no estamos dispuestos a renunciar a ello. En el trato con Roma he insistido mucho, diciendo: “Así es como somos; así es como pensamos”, incluso he dado ejemplos concretos, y si Roma considera que estos pensamientos y esta postura deben ser corregidos o modificados, entonces tienen que hacérnoslo saber ahora. Al mismo tiempo, les he explicado que, en caso que así fuera, no seguiremos adelante.

4. El Papa y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: benevolencia paradójica

Es necesario utilizar el término “paradoja”, la paradoja de querer avanzar hacia lo que casi podríamos llamar “Vaticano III”, en el peor sentido que puede dársele a esa expresión, y por otra parte querer decirle a la Fraternidad: “Aquí son bienvenidos.” Esto es verdaderamente una paradoja, casi una voluntad de combinar los opuestos. No creo que esto sea por ecumenismo. Algunos podrían pensarlo. ¿Por qué no creo que sea por ecumenismo? Porque  basta observar la actitud general de los obispos en este tema del ecumenismo: ¡Tienen los brazos abiertos para recibir a cualquiera, excepto a nosotros! En numerosas ocasiones, la gente ha intentado explicar por qué fuimos excluidos, diciendo: “No los tratan como a los demás, porque ustedes afirman ser católicos. Al decir esto, generan confusión entre nosotros, y por lo tanto, no los quieren.” Hemos escuchado esta explicación muchas veces, y ella excluye el ecumenismo. Pero si este enfoque que consiste en decir, “Aceptamos a todos dentro de la familia”, no es aplicable en nuestro caso, entonces, ¿qué es lo que queda? Creo que el Papa es lo que queda.

Si al principio Benedicto XVI, y ahora el papa Francisco, no hubieran visto a la Fraternidad en un modo particular, que es diferente a esta perspectiva ecuménica que acabo de mencionar, pienso que ahora no habría nada en absoluto. Creo que, en vez de esto, estaríamos funcionando una vez más bajo sanciones, censuras, excomuniones, la declaración de cisma e intentos por eliminar a un grupo problemático. Entonces, ¿por qué tanto Benedicto XVI como el Papa Francisco han sido tan benevolentes hacia la Fraternidad? Pienso que la perspectiva de ambos no es necesariamente la misma. En el caso de Benedicto XVI, creo que se debía a su lado conservador, a su amor por la liturgia antigua, a su respeto por la disciplina pasada que existía en la Iglesia. Puedo afirmar que muchos, y estoy hablando de muchos sacerdotes, e incluso grupos que tenían problemas con los modernistas en la Iglesia, y que recurrieron a él cuando aún era cardenal, encontraron en él, primero como cardenal y luego como Papa, una mirada benevolente, un deseo de proteger y ayudarlos, al menos, en todo lo que le fuera posible.

En cuanto al papa Francisco, no vemos ese apego ni a la liturgia ni a la disciplina anterior de la Iglesia. Incluso podríamos decir totalmente lo opuesto, debido a sus numerosas declaraciones en contra, lo que hace más difícil y complicado entender su benevolencia. Y, sin embargo, creo que existen varias explicaciones posibles, pero admito que no tengo la última palabra en este tema. Una de las explicaciones es el enfoque del papa Francisco  hacia cualquier cosa que sea marginada, lo que él llama “las periferias existenciales”. No me sorprendería que nos considerara como una de estas periferias por las que tiene una preferencia manifiesta. Y, desde esta perspectiva, utiliza la expresión: “recorrer un camino” con la gente que se encuentra en la periferia, esperando poder mejorar las cosas. Por lo tanto, no se trata de una decisión establecida de concluir inmediatamente: un proceso, un camino, va a donde sea que éste vaya…, pero al menos se es bastante tranquilo, amable, sin saber realmente cuál será el resultado. Tal vez, ésta sea una de las razones más profundas.

Otra razón: vemos que el Papa Francisco critica constantemente a la Iglesia establecida, la palabra utilizada en inglés para esto es establishment –también se emplea en francés de vez en cuando–, reprochando a la Iglesia por ser autocomplaciente, satisfecha de sí misma, por ser una Iglesia que ya no va en busca de la oveja perdida, la oveja que sufre, en todos los ámbitos, por la pobreza o incluso físicamente… Pero vemos en el Papa Francisco que esta inquietud, a pesar de las evidentes apariencias, no sólo es una preocupación acerca de las cosas materiales… Vemos claramente que cuando dice “pobreza” se refiere también a la pobreza espiritual, la pobreza de las almas que se encuentran en pecado y que deberían ser sacadas de ese estado y conducidas nuevamente a Dios. Aunque no siempre lo expresa tan claramente, podemos encontrar varias expresiones que así lo indican. Y desde esta perspectiva, ve en la Fraternidad una comunidad que es muy activa, especialmente si se la compara con la situación dentro del establishment, muy activa, en otras palabras, que busca, que sale a buscar a las almas, que tiene esta preocupación por el bien espiritual de las almas, y que está lista para poner manos a la obra y trabajar por ello

Conoce a Monseñor Lefebvre, ha leído dos veces la biografía escrita por Monseñor Tissier de Mallerais, lo que muestra, sin duda alguna, un interés; y yo pienso que le ha gustado. Y también los contactos que estableció en Argentina con nuestros cófrades, en quienes vio espontaneidad y también franqueza, pues no escondimos absolutamente nada. Claro que sí intentábamos conseguir algo para Argentina, en donde teníamos dificultades con el Estado concernientes a los permisos de residencia, pero no escondimos nada, no intentamos eludir ningún problema, y creo que eso le gusta. Éste tal vez sea el lado humano de la Fraternidad, pero vemos que el Papa es muy humano, le da mucha importancia a este tipo de consideraciones, y esto puede o podría explicar una cierta benevolencia de su parte. Reitero, una vez más, que no tengo la última palabra en este tema y, sin duda, detrás de todo esto está la Divina Providencia, que se las ingenia para poner buenos pensamientos en la cabeza del Papa, quien, en muchos puntos, nos alarma tremendamente, y no sólo a nosotros: se puede decir que cualquiera que sea más o menos conservador dentro de la Iglesia está asustado por lo que está sucediendo, por las cosas que se dicen y, sin embargo, la Divina Providencia se las arregla para hacernos pasar a través de escollos de una manera muy sorprendente. Muy sorprendente porque está claro que el Papa Francisco desea dejarnos vivir y sobrevivir. Incluso ha dicho a todo el que desea escucharlo que nunca dañaría a la Fraternidad. También dijo que somos católicos. Se negó a condenarnos como cismáticos, diciendo: “No son cismáticos, son católicos”, incluso si después utilizó una expresión un tanto enigmática, concretamente, que estamos en camino hacia una comunión plena. Quisiéramos tener alguna vez una definición clara del término “comunión plena”, porque es claro que no corresponde a nada preciso. Es un sentimiento… no se sabe bien qué es. Incluso, recientemente, en una entrevista concedida por Monseñor Pozzo acerca de nosotros, éste repite una cita que le atribuye al Papa mismo –por lo tanto, podemos considerar esto como una postura oficial: el Papa, hablando con Ecclesia Dei, confirmó que somos católicos en camino a una plena comunión[4]. Y Monseñor Pozzo explicó cómo puede lograrse esta comunión plena: aceptando la forma canónica, lo cual resulta bastante sorprendente: ¡una forma canónica resolvería todos los problemas referentes a la comunión!

Un poco más adelante, en la misma entrevista, afirma que esta comunión plena consiste en aceptar los grandes principios católicos[5], en otras palabras, los tres niveles de unidad en la Iglesia, que son la fe, los sacramentos y el gobierno. Cuando habla de la fe, se refiere más bien al magisterio. Pero nosotros nunca hemos puesto en duda ninguno de estos tres elementos. Y, por lo tanto, nunca pusimos en duda nuestra plena comunión, pero eliminamos el adjetivo “pleno”, para decir simplemente: “Estamos en comunión de acuerdo con el término clásico usado en la Iglesia; somos católicos; si somos católicos estamos en comunión, porque la ruptura de la comunión es precisamente un cisma.”

5. La jurisdicción concedida a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: consecuencias canónicas

Si tomamos en cuenta el Derecho Canónico de la Iglesia, nadie es sujeto de un poder ordinario de jurisdicción en la Iglesia a menos que su situación sea perfectamente regular. Esto significa, una persona que no está afectada por una censura. Roma siempre ha dicho y mantiene que nuestros sacerdotes están bajo la censura de suspensión, porque no están incardinados. Nosotros afirmamos que por supuesto que están incardinados en la Fraternidad, la cual fue, en su momento, injusta o inválidamente suprimida, yendo en contra de las leyes mismas de la Iglesia; pero, no obstante, Roma ha mantenido y mantiene hasta hoy que nuestros sacerdotes están suspendidos. Suspensión, ¿qué significa eso? Significa precisamente que el sacerdote tiene prohibido ejercer su ministerio, ya sea que hablemos de la Misa o de los demás sacramentos, incluyendo la confesión. Ahora bien, conceder una jurisdicción ordinaria para confesar[6], no de manera excepcional, como sería el caso del peligro de muerte… La Iglesia, de hecho, prevé este tipo de situaciones: si alguien está en peligro de muerte, si se encuentra a punto de morir después de un accidente de tránsito, cualquier sacerdote, sin importar su estado, incluso un sacerdote excomulgado o uno ortodoxo, que ni siquiera es católico pero sí es un sacerdote vçalido, puede en ese momento confesar a la persona y dar la absolución, no solamente válida, sino lícitamente. Estos son casos excepcionales. No se trata de un “poder ordinario”. Aquí estamos hablando de un poder ordinario. Para poder tener y ejercer el poder ordinario de jurisdicción es necesario, una vez más, estar libre de toda censura. Desde el momento en que el Papa declara que nos concede este poder ordinario, implica, por ese mismo hecho, la eliminación, la supresión de la censura. Esta es la única forma de entender esta normativa de acuerdo al Derecho Canónico, no solamente de acuerdo con la letra de tal o cual canon, sino según el espíritu del derecho de la Iglesia.

6. Visitas de los prelados enviados por Roma: ¿algunas cuestiones doctrinales abiertas?

Estas visitas han sido muy interesantes. Obviamente, algunas personas en la Fraternidad las han visto con un poco de recelo: “¿Qué están haciendo esos obispos en nuestra casa?” ¡Bueno! Esa no era mi perspectiva. La invitación vino de Roma, tal vez como resultado de una idea que yo les sugerí, y que era la siguiente: “Ustedes no nos conocen; estamos hablando en una oficina aquí en Roma; vengan a vernos directamente, no podrán conocernos realmente a menos que nos vean.” Una declaración, sin importar que sea o no un gran éxito en Internet, o un comunicado no hará que nos conozcan tal y como somos; porque la mayoría de las veces sucede que en estos comunicados nos vemos obligados a tomar una postura, e incluso a condenar una u otra expresión o acción realizada en la Iglesia, pero nuestra vida como católicos no se resume únicamente a eso. De hecho, podemos incluso decir que las cosas esenciales se encuentran en otras partes. Lo esencial es la intención de vivir nuestro catolicismo siguiendo los mandamientos de Dios, esforzándonos por santificarnos, por evitar el pecado, para vivir de acuerdo con toda la disciplina de la Iglesia. Nuestras escuelas, nuestros seminarios, nuestros sacerdotes, nuestra vida sacerdotal, todo eso forma un conjunto que es la realidad, la verdadera realidad de nuestra Fraternidad.

Por lo tanto, yo insistí mucho, les dije varias veces: “Vengan a vernos.” Nunca quisieron. De pronto, súbitamente, surgió esta propuesta de enviar a algunos obispos para reunirnos. Y por mi parte, no importa cuál fuera la primera intención de Roma, estuve de acuerdo en que era una buena idea. ¿Por qué? Porque así nos verían como somos en realidad. Esa fue la consigna que di en cada uno de los lugares que visitaron: “¡No estamos cambiando nada, no estamos tratando de adornar las cosas, somos lo que somos, y dejen que nos vean exactamente en esa forma!” Y, en efecto, un cardenal, un arzobispo y dos obispos vinieron a vernos, a visitarnos, en distintas situaciones, algunas veces en los seminarios, y también en uno de los prioratos. Las primeras impresiones, los comentarios realizados durante estas discusiones, durante las reuniones y después de ellas son muy interesantes. Y creo que me dan la razón en haber apoyado esta invitación romana.

Lo primero que todos nos comentaron –¿se trataba de una línea oficial o su opinión personal? No lo sé, pero es un hecho–, todos nos dijeron: “Estas discusiones están ocurriendo entre católicos; esto no tiene nada que ver con discusiones ecuménicas; estamos entre católicos.” Por lo tanto, desde el principio hicieron a un lado todas aquellas ideas como: “No están completamente dentro de la Iglesia, están a medio camino, por lo tanto, están fuera –¡sólo Dios sabe dónde!–, cismáticos…” ¡No! Estamos hablando entre católicos. Este es el primer punto, el cual es muy interesante, muy importante. A pesar de lo que, en algunos casos, todavía hoy se dice en Roma.

El segundo punto – que en mi opinión es aún más importante –, es que los temas abordados en estas discusiones son los clásicos temas en los que siempre ha habido escollos. Ya sea que se trate de un asunto de libertad religiosa, colegialidad, ecumenismo, la nueva Misa, o incluso los nuevos ritos de los sacramentos… Bueno, todos nos dijeron que estas discusiones eran sobre temas abiertos. Creo que esta reflexión es capital. Hasta ahora, siempre habían insistido en dejar bien claro que teníamos que aceptar el Concilio. Es difícil determinar exactamente el verdadero alcance de esta expresión: “aceptar el Concilio”. ¿Qué significa? Porque es un hecho que los documentos del Concilio son completamente desiguales, y que su aceptación se hace con un criterio gradual, según una escala de obligatoriedad. Si un texto es un texto de fe, existe una obligación simple y pura. Pero quienes pretenden, de un modo totalmente erróneo, que este Concilio es infalible, exigen una sumisión total a todo el Concilio. Entonces, si eso es lo que significa “aceptar el Concilio”, decimos que no lo aceptamos. Precisamente porque lo que negamos es su infalibilidad. Si existen algunos pasajes en los documentos conciliares que repiten lo que la Iglesia ha dicho antes, en un modo infalible, obviamente estos pasajes son y seguirán siendo infalibles. Y nosotros aceptamos eso, no hay ningún problema. Por esto, cuando se dice “aceptar el Concilio”, es necesario distinguir claramente cuál es el sentido de la expresión. Sin embargo, aún con esta distinción, hasta el momento, hemos detectado una insistencia por parte de Roma: “Deben aceptar estos puntos; forman parte de la enseñanza de la Iglesia y por lo tanto deben aceptarlos.” Y aún hoy en día –no solamente en Roma, sino también en la mayoría de los obispos–, vemos esta actitud hacia nosotros, este grave reproche: “Ustedes no aceptan el Concilio.”

Y ahora, de repente, los enviados de Roma nos dicen que todos los puntos que habían sido obstáculos, son cuestiones abiertas. Una cuestión abierta es un tema que se puede discutir. Y la obligación de adherirse a cierta posición queda fuertemente e incluso, tal vez, totalmente mitigada o eliminada. Creo que esto es un punto crucial. Tendremos que ver, posteriormente, si esto es confirmado, si realmente podemos discutir libremente, o mejor dicho, honestamente, con todo el respeto debido a la autoridad, para no agravar todavía más la situación actual en la Iglesia, la cual es tan confusa, precisamente en cuanto a la fe, en cuanto a lo que debemos creer, y es aquí donde exigimos esta claridad, estas aclaraciones de parte de las autoridades. Hemos pedido esto durante mucho tiempo. Nosotros decimos: “Existen puntos ambiguos en este Concilio, y no nos corresponde a nosotros aclararlos. Podemos señalar el problema, pero quien tiene la autoridad para aclararlo es Roma.” Sin embargo, reitero, el que estos obispos nos digan que se trata de preguntas abiertas es ya, en mi opinión, algo crucial.

Las discusiones en sí se han desarrollado, más o menos felizmente, según la personalidad de nuestros interlocutores, porque también hubo buenos intercambios [en los cuales] no necesariamente estuvimos de acuerdo… No obstante, creo que todos los interlocutores son unánimes en su apreciación: quedaron satisfechos con las discusiones. Igualmente, quedaron satisfechos con sus visitas. Nos felicitaron por la calidad de nuestros seminarios, diciendo: “Son normales (¡Afortunadamente! Se tiene que empezar por ahí…), estas personas no son intolerantes ni obtusas, sino animadas, abiertas, alegres, simplemente individuos normales. Y este comentario fue hecho por todos los visitantes. Indudablemente, esto es el lado humano, pero no debemos olvidarlo tampoco.

Para mí, estas discusiones, o más precisamente esta faceta más sencilla de las discusiones es importante, ya que uno de los problemas es la desconfianza. Ciertamente nosotros tenemos esta desconfianza. Y pienso que, sin duda alguna, Roma también la tiene respecto de nosotros. Y mientras esta desconfianza prevalezca, la tendencia natural es que tomemos cualquier cosa que se dice de manera equivocada, o que asumamos el peor escenario posible. Mientras continuemos con esa mentalidad recelosa, no podremos realizar muchos avances. Es necesario llegar a tener un mínimo grado de confianza, un clima de serenidad, para poder eliminar estas acusaciones a priori. Creo que nuestra forma de pensar sigue siendo ésta, y es también la de Roma. Esto toma tiempo. Ambas partes deben poder apreciar correctamente las personas, sus intenciones, para poder superar todo esto. Creo que esto va a tomar algún tiempo.

Esto también requiere de acciones que muestren buena voluntad, y no la intención de destruirnos. Actualmente, todavía tenemos esta idea en nuestras mentes, la cual es una postura ampliamente difundida: “Si nos quieren, es para asfixiarnos, y eventualmente destruirnos, para absorbernos totalmente, para desintegrarnos.” ¡Eso no es integración, es desintegración! Obviamente, mientras esta idea prevalezca, no podemos esperar nada.

7. El estado actual de la Iglesia: inquietudes y esperanzas

Me cuesta mucho trabajo discernir una línea de acción en lo que está sucediendo. Veo una confusión cada vez mayor, que es el resultado precisamente de elementos contradictorios, de la dilución de la doctrina, de la moral, de la disciplina. Todo esto está llevando hacia un sistema en donde cada hombre tiene que valerse por sí mismo. Los obispos dicen lo que quieren, contradiciéndose unos a otros. No hay llamamientos oficiales, claros, al orden, ni siquiera llamamientos hacia una dirección cualquiera, en uno u otro sentido. Hace unos cuantos años, todavía existía una línea. Era la línea modernista. Era el famoso espíritu del Concilio Vaticano II. Actualmente, vemos un profundo desacuerdo sobre estos temas entre los obispos e incluso en Roma. ¿Qué línea triunfará? ¿Qué línea prevalecerá? Por el momento, no puedo dar la respuesta.

Obviamente, nos podemos basar en ciertas reflexiones, ciertas indicaciones, diciendo que es claro que entre más avances logremos, más se debilitan o son debilitados los modernistas. Estos carecen de fieles, carecen de vocaciones; es una Iglesia que languidece. Y esto es verdad. Por otra parte, vemos entre los jóvenes un cierto número –es difícil hacer un cálculo correcto, pero es lo suficientemente consistente para que hagamos la observación– que quieren una Iglesia mucho más seria, en todos los aspectos, particularmente a nivel doctrinal. Jóvenes, seminaristas que quieren a Santo Tomás, que desean un regreso a una filosofía sana, a una teología clara, sana, a la teología escolástica de Santo Tomás. Vemos también entre estos jóvenes el deseo de una liturgia… no la llamaría “renovada”, sino más bien un regreso a la liturgia tradicional. Y el número de jóvenes parece ser impresionante. Nosotros no podemos calcularlo fácilmente, pero cuando escuchamos a los sacerdotes que trabajan con estos jóvenes en los seminarios modernistas, algunos llegan incluso a decir que el 50% de los nuevos seminaristas en Francia e Inglaterra aspiran a la Misa Tradicional. A mí me parece un gran número, y espero que sea verdad.

Sin embargo, vemos esbozarse esta línea muy claramente, es una línea ascendente, y con el paso de los años vemos que esta tendencia aumenta. Por poner un ejemplo, desde el año pasado, con el problema del Sínodo sobre el matrimonio, sobre la familia católica, se ha visto una oposición más pronunciada entre los dos campos que la que había habido antes. Creo que esto se debe a un fortalecimiento de los conservadores, que crecen, si no en sus números, sí, al menos, en su intensidad, sin duda alguna. Y, por otra parte, la mayoría, que claramente continúa siendo la parte dominante, pero que pierde fuerza, ya no logra imponer sus condiciones, al menos no logra imponer absolutamente todo, como solía hacer anteriormente.

Y así existen estas dos líneas. ¿Cuál es nuestro futuro en esta situación? Ante todo, debemos permanecer firmes. Existe una gran confusión. ¿Quién ganará? Nadie lo sabe. Esto vuelve nuestras relaciones con Roma extremadamente difíciles, porque estamos hablando con un interlocutor sin saber si al día siguiente, el documento en el que finalmente hemos logrado llegar a un acuerdo, tras numerosas discusiones, será, en efecto, el texto definitivo. Fuimos testigos en el 2012 de cómo un documento fue corregido, alterado por una interferencia… por una autoridad superior que, sin embargo, no fue el Papa. Nuevamente surge la pregunta: ¿quién gobierna la Iglesia? Yo diría que ésta es una pregunta muy interesante que permanece sin respuesta. Se trata de fuerzas… indeterminadas.

8. ¿Qué debemos pedirle a la Santísima Virgen?

¡Ah! Muchas cosas. Antes que nada la salvación. Nuestra salvación, la de todas las personas, la de cada una de las almas que llegan a la Fraternidad, que están dispuestas a encomendarse a ella, a sus sacerdotes, y por tanto, pidámosle a Ella la fidelidad para la Fraternidad. Fidelidad a la Iglesia, fidelidad a todo el tesoro de la Iglesia, el cual –sólo Dios sabe por qué, sólo Dios sabe cómo– está en nuestras manos, una herencia extraordinaria que es el tesoro de la Iglesia, el cual no nos pertenece a nosotros, y nuestro único deseo es que vuelva a recuperar su lugar, su verdadero lugar dentro de la Iglesia.

Pidamos el triunfo de la Santísima Virgen. Ella lo anunció. Yo diría que este triunfo se hace esperar, tal vez somos incluso un poco impacientes, especialmente cuando vemos todo lo que está sucediendo y que parece una total contradicción; simplemente se trata de un desarrollo que Dios permite, un juego aterrador y terrible: la falta de correspondencia entre la libertad humana, incluso entre los cristianos, y lo que pide el cielo, esta voluntad del cielo manifestada en Fátima, en otras palabras, la voluntad de Dios, de introducir en el corazón de los cristianos la devoción al Corazón Inmaculado de María, la cual tiene muchas dificultades para prevalecer. Sin embargo, no es tan difícil; ¡es tan hermoso, tan consolador! Y vemos esta gran batalla entre el demonio y Dios, siendo las almas el campo de batalla, las almas que Dios quiso que fueran libres, y que Él quiere ganar, pero no por la fuerza. Bien hubiera podido imponer su majestad, en modo tal que todos los humanos se postraran delante de Él –es lo que sucederá al fin del mundo, pero entonces ya será demasiado tarde-. La batalla debe emprenderse ahora.

Por lo tanto, hay que pedir a Dios que envíe gracias para ganar almas para Él, ¡y hay que colaborar en esta labor! En este sentido, le pediremos muchas cosas. Le pedimos que la Iglesia redescubra todos los elementos que constituyen su misión de salvar a las almas. ¡La única cosa, la primera y la única que le importa a la Iglesia, es salvar las almas!

Con el fin de mantener el carácter distintivo de esta entrevista se ha conservado el estilo hablado.

(Video entrevista grabada por DICI el 4 de marzo, 2016 – Transcripción realizada por DICI el 21 de marzo, 2016)

[1] Ver, en DICI n° 332, del 11 de marzo de 2016, “Noticias de Prensa: Consecuencias de la conferencia de Monseñor de Galarreta en Bailly”.http://www.dici.org/en/news/press-clippings-aftermath-of-bishop-de-galarretas-conference-in-bailly/ [2] Estas precondiciones eran: la Misa Tridentina garantizada a todos los sacerdotes y el levantamiento de las censuras contra la Fraternidad. Ver DICI n° 74, del 12 de abril de 2003. http://www.dici.org/en/news/interview-with-bishop-fellay-superior-general-of-the-society-of-st-pius-x/ [3] Desde octubre del 2009 hasta abril del 2011. [4] He aquí la respuesta de Monseñor Guido Pozzo, secretario de la Comisión Ecclesia Dei, en la entrevista que concedió a la agencia Zenit, el 25 de febrero del 2016. Pregunta: “Su excelencia, en el 2009 el papa Benedicto XVI levantó la excomunión a la Fraternidad San Pío X. ¿No significa esto que están nuevamente en comunión con Roma?” Respuesta: “Desde que Benedicto XVI levantó la censura de la excomunión de los obispos de la FSSPX (2009), ya no son sujetos a esa grave pena eclesiástica. Sin  embargo, aun después de ese paso, la FSSPX sigue estando en una situación irregular, porque no ha recibido reconocimiento canónico por parte de la Santa Sede. Mientras que la Fraternidad no tenga estatus canónico en la Iglesia, sus ministros no ejercen de modo legítimo el ministerio ni la celebración de los sacramentos. De acuerdo con la frase dicha por el entonces cardenal Bergoglio en Buenos Aires, y confirmada por el papa Francisco a la Comisión PontificiaEcclesia Dei, los miembros de la FSSPX son católicos en camino hacia una comunión plena con la Santa Sede. Esta comunión plena llegará cuando haya un reconocimiento canónico de la Fraternidad.” [5] Monseñor Pozzo, ibid.: “Es esencial encontrar una convergencia plena en lo necesario para estar en comunión plena con la Santa Sede, concretamente, la integridad del Credo católico, el vínculo de los sacramentos y la aceptación del Magisterio Supremo de la Iglesia.” [6] Carta del papa Franciso a Monseñor Rino Fisichella, con fecha del 1 de septiembre de 2015, justo antes de empezar el Año Santo: “Por mi propia disposición, establezco que los fieles que durante el Año de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X para recibir el sacramento de la reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.” [Fuente]

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El Papa recibió el pasado viernes a Mons Fellay, Superior de la FSSPX

Comunicado de FSSPX sobre autorización de Roma a matrimonios

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 Comunicado de la Casa General sobre la carta de la Comisión Ecclesia Dei a propósito de los matrimonios de los fieles de la Fraternidad San Pío X (4 de abril de 2017)

Como en el caso de las disposiciones tomadas por el Papa Francisco, acordando la facultad de confesar a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para el Año Santo (1° de septiembre de 2015), y extendiendo dicha facultad más allá del mismo (20 de noviembre de 2015), la Casa General se entera de que el Santo Padre ha decidido “autorizar a los Reverendísimos Ordinarios a que concedan las licencias para asistir a los matrimonios de fieles que siguen la actividad pastoral de la Fraternidad” (Congregación para la Doctrina de la Fe del 27 de marzo de 2017, publicada este 4 de abril).

Esta decisión del Sumo Pontífice prevé que: “Siempre que sea posible, el Obispo delegará a un sacerdote de la Diócesis para asistir a los matrimonios (o bien, a un sacerdote de otra circunscripción eclesiástica con las debidas licencias) recibiendo el consentimiento de los cónyuges durante la celebración del matrimonio que en la liturgia del Vetus Ordo se realiza al inicio de la Santa Misa. Ésta la celebra, después, un sacerdote de la Fraternidad”.

Sin embargo, dispone asimismo que: “Allí donde ello no sea posible o no haya sacerdotes de la Diócesis que puedan recibir el consentimiento de las partes, el Ordinario puede conceder directamente las facultades necesarias a un sacerdote de la Fraternidad que celebrará también la Santa Misa, advirtiéndole de la obligación de hacer llegar cuanto antes a la Curia diocesana la documentación del matrimonio celebrado.”

La Fraternidad San Pío X agradece profundamente al Santo Padre por su solicitud pastoral, tal como se expresa por medio de la carta de la Comisión Ecclesia Dei con el fin de disipar “la falta de certeza sobre la validez del sacramento de matrimonio”. El Papa Francisco quiere evidentemente que, como en el caso de las confesiones, todos los fieles que deseen contraer matrimonio en presencia de un sacerdote de la Fraternidad San Pío X, puedan hacerlo sin inquietud sobre la validez del sacramento. Es de desear que todos los obispos compartan la misma solicitud pastoral.

Los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X se abocarán fielmente, como lo hacen desde su ordenación, a preparar al matrimonio a los futuros esposos, según la doctrina inmutable de Cristo sobre la unidad y la indisolubilidad de esta unión (cfr. Mt 19, 6), antes de recibir el consentimiento en el rito tradicional de la Santa Madre Iglesia.

Menzingen, 4 de abril de 2017

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El Papa concede a la FSSPX facultades condicionales para celebrar matrimonios

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El cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Presidente de la Pontifica Comisión Ecclesia Dei, junto con el secretario Mons. Guido Pozzo, han hecho pública hoy una carta dirigida a los obispos y cardenales en la que se hace pública la decisión del Papa Francisco de conceder a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por Mons. Lefebvre, las facultades necesarias, mediante una formulación un tanto alambicada, para celebrar matrimonios con regularidad canónica, los cuales hasta ahora se estaban acogiendo al Derecho de necesidad.

Sin duda es un nuevo paso cara a la completa regularización, que parecería estar realizándose por etapas.

***

CARTA DE LA PONTIFICIA COMISIÓN «ECCLESIA DEI»
A LOS PRELADOS DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES INTERESADAS
ACERCA DE LA LICENCIA
PARA LA CELEBRACIÓN DE LOS MATRIMONIOS
DE LOS FIELES DE LA FRATERNIDAD DE SAN PÍO X

Eminencia:

Excelencia Rev.ma:

Como Vd. sabe, desde hace algún tiempo se están realizando encuentros e iniciativas para conseguir la plena comunión con la Iglesia de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. En concreto, recientemente el Santo Padre ha decidido conceder a todos los sacerdotes del mencionado Instituto las facultades para confesar válidamente (cf. Carta Apostólica Misericordia et misera, n. 12), asegurando la posibilidad de que la absolución sacramental de los pecados por ellos administrada sea recibida válida y lícitamente.

En la misma línea pastoral, que pretende tranquilizar la conciencia de los fieles –no obstante, que la situación canónica de la Fraternidad S. Pío X continúa siendo, por ahora, objetivamente  ilegítima– el Santo Padre, a propuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Comisión Ecclesia Dei, ha decidido autorizar a los Reverendísimos Ordinarios a que concedan las licencias para asistir a los matrimonios de fieles que siguen la actividad pastoral de la Fraternidad, según las siguientes indicaciones.

Siempre que sea posible, el Obispo delegará a un sacerdote de la Diócesis para asistir a los matrimonios (o bien, a un sacerdote de otra circunscripción eclesiástica con las debidas licencias) recibiendo el consentimiento de los cónyuges durante la celebración del matrimonio que en la liturgia del Vetus Ordo se realiza al inicio de la Santa Misa. Ésta la celebra, después, un sacerdote de la Fraternidad.

Allí donde ello no sea posible o no haya sacerdotes de la Diócesis que puedan recibir el consentimiento de las partes, el Ordinario puede conceder directamente las facultades necesarias a un sacerdote de la Fraternidad que celebrará también la Santa Misa, advirtiéndole de la obligación de hacer llegar cuanto antes a la Curia diocesana la documentación del matrimonio celebrado.

 

A los Prelados de las Conferencias Episcopales interesadas

Este Dicasterio confía en Su colaboración con la convicción de que con estas indicaciones no sólo se podrán remover los escrúpulos de conciencia de algunos fieles unidos a la FSSPX y la falta de certeza sobre la validez del sacramento de matrimonio, sino que al mismo tiempo, se avanzará hacia la plena regularización institucional.

El Sumo Pontífice Francisco, el 24 de marzo de 2017, en la audiencia concedida al Cardinal Presidente, ha aprobado la presente Carta y ha ordenado su publicación.

Dada en Roma, en la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe,  27 de marzo de 2017.

Gerhard Card. Müller
Presidente

Guido Pozzo
+ Arzobispo tit. de Bagnoregio
Secretario

ACTUALIZACIÓN: Hemos añadido al título la palabra condicional para recalcar que lo concedido no una jurisdicción directa sino condicionada a la actuación bajo el obispo local.

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El Papa misericordioso detiene los matrimonios de la FSSPX y libera adúlteros públicos

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Con aprobación del papa Bergoglio, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una carta respetando la “regularización” de los matrimonios entre los adherentes a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX).En la parte pertinente de la carta se establece que:

pretende tranquilizar la conciencia de los fieles –no obstante, que la situación canónica de la Fraternidad S. Pío X continúa siendo, por ahora, objetivamente ilegítima;

“el Santo Padre… ha decidido autorizar a los Reverendísimos Ordinarios a que concedan las licencias para asistir a los matrimonios de fieles de la Fraternidad…;

“el Obispo delegará a un sacerdote de la Diócesis para asistir a los matrimonios (o bien, a un sacerdote de otra circunscripción eclesiástica con las debidas licencias) recibiendo el consentimiento de los cónyuges durante la celebración del matrimonio;

“que en la liturgia del Vetus Ordo se realiza al inicio de la Santa Misa. Ésta la celebra, después, un sacerdote de la Fraternidad;

“Allí donde ello no sea posible o no haya sacerdotes de la Diócesis que puedan recibir el consentimiento de las partes, el Ordinario puede conceder directamente las facultades necesarias a un sacerdote de la Fraternidad que celebrará también la Santa Misa…”

Consideremos brevemente lo absurdo -hay que decirlo- de estas disposiciones. Si al Papa realmente le preocupara “tranquilizar la conciencia de los fieles”, no obstante la persistencia objetiva de la irregularidad canónica de los matrimonios de la FSSPX, podría simplemente decretar la sanación radical de todos los matrimonios realizados por un sacerdote de la FSSPX hasta ahora, corrigiendo todo defecto o forma proveniente de la falta de delegación de parte de un ordinario local.

Luego, de aquí en más, podría simplemente conceder la facultad universal a todos los sacerdotes de la FSSPX para celebrar las bodas futuras de los laicos de la Fraternidad, de la misma manera que les concedió la facultad universal para escuchar confesiones válidamente sin delegación de un ordinario local. En cambio, el papa Bergoglio exige que un sacerdote diocesano o un “sacerdote de otra circunscripción eclesiástica con las debidas licencias” reciba los votos matrimoniales mientras que solo autoriza al de la FSSPX a celebrar la misa nupcial. Al ordinario local se le concede meramente la discreción, aunque no la obligación, de permitir que un sacerdote de la FSSPX reciba los votos en caso que un sacerdote diocesano u otro “con las debidas licencias” no está disponible. De ahí lo absurdo de las disposiciones que, considerando la concesión previa de la facultad universal para escuchar confesiones, significarían lo siguiente:

– los sacerdotes de la FSSPX pueden celebrar válida y lícitamente el santo sacrificio de la misa, pero no pueden recibir válida o lícitamente el consentimiento matrimonial.
– los sacerdotes de la FSSPX pueden escuchar válida y lícitamente las confesiones de la novia o el novio en cualquier momento o lugar del mundo, hasta en el mismo templo en el que van a casarse, pero no pueden recibir válida o lícitamente sus votos en ese mismo templo el día de su casamiento.
– la FSSPX puede celebrar misas lícitamente solo tras el intercambio de votos; de otra forma sus misas son ilícitas.
 
– la FSSPX puede estar presente para escuchar el consentimiento matrimonial de los adherentes a la FSSPX, pero no puede
ser testigo de esos votos.
– la gente puede confesarse válida y lícitamente cada semana con un sacerdote de la FSSPX, pero no puede asistir a sus misas lícitamente—excepto en un casamiento.
– los sacerdotes de la FSSPX actúan regularmente cuando escuchan confesiones y ofrecen misas nupciales, pero saltan inmediatamente a la irregularidad cuando presencian votos matrimoniales o celebran una misa que no es la nupcial.

Lo que tenemos aquí, de un Papa que nunca deja de condenar el legalismo farisaico y la casuística de los católicos ortodoxos, es un ejemplo de legalismo y casuística que haría sonrojar hasta a los fariseos. El poder del sacerdocio es rebanado como el salami y los sacerdotes de la FSSPX reciben solo algunas de las rebanadas mientras que otras les son retenidas. La suma total de estas disposiciones se condensa en la declaración del papa Bergoglio que de aquí en más ningún matrimonio de la FSSPX será válido o lícito a menos que se encuentre dentro del marco que él acaba de construir. Él no ha regularizado los matrimonios de la FSSPX, sino que los sometió a control diocesano.

Mientras tanto, Bergoglio trabaja incesantemente para asegurar que los adúlteros públicos viviendo en “segundas nupcias” reciban la sagrada comunión, al elogiar recientemente las “directivas” de los obispos malteses conformadas con Amoris Laetitia, que exigen que la comunión sacrílega le sea permitida a todo adúltero público que se considere “en paz con Dios”. Pero no puede haber matrimonios entre adherentes de la FSSPX que se sientan en paz con Dios si recurren al clero de la FSSPX, a menos que un sacerdote “regular” designado esté físicamente presente para recibir los votos. ¡A los que no cumplen con la letra o la ley canónica no se les puede permitir la paz de conciencia! ¡La paz de conciencia es solo para los adúlteros públicos!

Ese chirrido es el papa Bergoglio abriendo la canilla de su misericordia infinita para permitir que solo una gota o dos caigan sobre los resecos precintos de la FSSPX. La tortura de la gota china canónica continúa sobre estos fieles católicos. Mientras tanto, los adúlteros públicos de todo el mundo marchan a recibir la sagrada comunión dando la apariencia de “matrimonios” válidos que no son más que un “concubinato escandaloso que conduce a la muerte”, citando al papa Pío XI.

Recen para que termine esta diabólica farsa de pontificado.

Christopher A. Ferrara

(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)

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La prelatura personal para la FSSPX podría estar más cerca de lo que parece

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Para el sitio bergogliano Faro di Roma, en un artículo de Abr-10-2017, el anuncio del establecimiento de la posible prelatura personal para la FSSPX/SSPX “podría venir en Fátima, el 13 de mayo próximo”.

Por otra parte, el sitio de internet del Seminario de la FSSPX/SSPX en Zaitzkofen en Alemania, al hacer la reseña de las recientes ordenaciones al Subdiaconado conferida por el obispo Tissier de Mallerais, el pasado Abr-01-2017, la finalizaba escribiendo la siguiente frase (énfasis añadido):

Los cinco levitas recibirán enseguida el Diaconado, y luego, en junio de 2018, subirán al altar como sacerdotes. Tal vez la Fraternidad ya habrá para entonces sido establecida como prelatura personal por Roma.

¿Y por qué hemos escrito “finalizaba”?, pues porque la nota ahora aparece editada suprimiéndole la frase que arriba aparece resaltada, pero inicialmente sí estaba, como lo denota la captura de pantalla del artículo original, la cual incluimos con la desaparecida frase resaltada.

Así que el establecimiento, o por lo menos el anuncio, de la prelatura personal para la FSSPX/SSPX, parecería ser cosa de días.

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La regularización de la obra del arzobispo Lefebvre

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Nota del editor: esta es una versión ampliada de un artículo que apareció en una reciente edición impresa de The Remnant. Lo reproducimos aquí en aras de fomentar un debate constructivo sobre lo que podría llegar a ser (si sucediese) el acontecimiento más significativo en la Iglesia desde Summorum Pontificum. Estas discusiones en anticipación del hecho a mi me parecen apropiadas, y no deben interpretarse como un ataque a aquellos que están a favor de la regularización. Hay hombres de bien en ambos lados de este tema, lo que sigue es únicamente la opinión de un hombre que podría estar muy equivocado. Esto es lo que yo veo —alguien ajeno a esas deliberaciones— así que el lector es perfectamente libre de descartar mi desasosiego y continuar siendo mi hermano y compañero de lucha. MJM

The Remnant no trafica en rumores. Sin embargo, los rumores han abundado durante los últimos meses en torno a una inminente regularización de la Fraternidad de San Pío X, culminando finalmente con una confirmación por parte del Superior General, el obispo Bernard Fellay, en el sentido de que estos son más que simples rumores y que el asunto está lejos de ser resuelto.

Dado que la misión del Papa Francisco es socavar todo cuanto sea católico, cualquier «regularización» de la FSSPX por el Vaticano —independientemente de las condiciones— inevitablemente causa recelo entre los amigos de la FSSPX. El obispo Fellay entiende esto, me parece, y sabe que la raíz de esa inquietud es solamente zozobra por la FSSPX. Él mismo, de hecho, comparte esas preocupaciones. Su excelencia aseveró recientemente, en una entrevista ampliamente divulgada, que a pesar de que Roma parece buscar la regularización «eso no significa que vamos a asentir a ello, debemos proceder con gran prudencia,  asegurar nuestro futuro y evitar así cualquier posibilidad de una trampa. Por lo tanto, no nos moveremos con prisa en torno a esta situación».

Sabias palabras. A estas alturas, dadas las injusticias a que el Papa Francisco y sus sicarios eclesiales han sometido a los  Franciscanos de la Inmaculada, por ejemplo, por su deriva hacia la tradición, algunos de nosotros no podemos imaginar que cualquier intento de regularización del Vaticano sea ni más ni menos que una posible trampa. Después de todo, un Papa que se las arregló para de socavar la milenaria Orden Soberana de los Caballeros de Malta debe tener suficiente confianza en su habilidad de sacarle la vuelta a una flamante prelatura personal de la FSSPX.

Sea como sea, es difícil imaginar —dada la estructura jerárquica de la Iglesia— al Papa comprometido a las condiciones de la prelatura de cualquier simple fraternidad de sacerdotes católicos. Fue, ante todo, el abuso de poder del Vaticano, y no la crítica al Concilio Vaticano II y a la Nueva Misa por parte de la FSSPX, lo que dio lugar al «cisma». Proponer que, en caso de que ocurriesen arbitrariedades parecidas después de la «regularización», la FSSPX podría simplemente «resumir su camino anterior» es ignorar la abrumadora eficacia de la estrategia de dividir y conquistar que el Vaticano ha utilizado hasta el momento.

Es más, si el Papa Francisco efectivamente quiere ofrecer una regularización incondicional ¿qué se lo impide? Con una guinda de su bolígrafo pontificio la FSSPX quedaría regularizada esta misma noche, y san se acabó. El hecho de que no ha sido así da a no pocos de nosotros mucho que pensar acerca de sus intenciones.

Hay aquí, también, una cuestión de justicia natural que debemos considerar: ¿Está el Vaticano dispuesto a pedir perdón póstumamente a Mons. Lefebvre por la grave injusticia que fue perpetrada en su contra, un hijo tan fiel a la Iglesia del siglo XX? ¿Está el Vaticano dispuesto a agradecer a la FSSPX haber preservado la tradición de la Iglesia durante el último cuarto de siglo? ¿O acaso está el Vaticano empeñado en proseguir con tesón un programa ultra modernista que se beneficiaría de recuperar el control de su oposición tradicionalista más poderosa?

Cierto, dice el argumento, pero la FSSPX tendría una prelatura personal que les permitirá seguir adelante, ¡tal como son! ¿En serio? ¿Desde cuándo funciona  la Iglesia de esa manera? Estamos hablando de una institución jerárquica en la que la FSSPX , me parece, podría «seguir adelante ¡tal como son!» mientras que el tipo a cargo se los permita. Incluso en una Prelatura quedarían sujetos a los caprichos del Papa Francisco, de quien necesitarían permiso para seguir criticando el Vaticano II y la Nueva Misa. ¿Desde cuándo reciben los contrarrevolucionarios permiso de los revolucionarios para oponerse a la revolución? A simple vista parece un absurdo.

En su sermón en ocasión de las consagraciones Episcopales de 1988 en Econe, Suiza, Mons. Lefebvre dejó muy claro que su decisión de seguir adelante sin el favor del Vaticano no era simplemente una medida prudente para salvar a su Sociedad. Aquel día un viejo soldado con el corazón quebrantado se fue a la guerra; y no, no estaba cabildeando por el derecho de criticar ciertos elementos del Segundo Concilio Vaticano. El arzobispo comprendió que Satanás había dado un golpe de estado en Roma, que su obligación era tomar una decisión consciente para hacer frente a un Vaticano que había traicionado a la Iglesia.

«Nos volvemos a la Santísima Virgen María», dijo el arzobispo aquel día fatídico. «Bien sabéis… de la visión profética de León XIII, donde se revela que un día “la Sede de Pedro sería ocupada por la iniquidad”… ¿Se habrá cumplido ya? ¿Lo será mañana? No lo sé. Pero, en cualquier caso, ya se ha presagiado. La iniquidad puede, sencillamente, ser el error. El error es iniquidad: no profesar la fe inmemorial, la fe católica, es un grave error. Si alguna vez hubo iniquidad, hela aquí. Y creo sinceramente que jamás ha habido mayor iniquidad en la Iglesia que Asís [la reunión ecuménica de oración de las religiones del mundo en 1986], algo contrario al primer mandamiento de Dios y al primer artículo del credo».

El arzobispo encaminó entonces sus pensamientos a Nuestra Señora del Buen Suceso: «hace poco, el sacerdote  encargado del Priorato de Bogotá, Colombia, me trajo un libro acerca de la aparición de Nuestra Señora del Buen Suceso… Nuestra Señora profetizó sobre el siglo veinte, diciendo explícitamente que durante la mayor parte de ese siglo y durante el siglo XIX los errores se generalizarían cada vez más en la Santa Iglesia y la pondría en una situación catastrófica. La moral se corrompería y la fe desaparecería. Parece imposible no ver que ya está ocurriendo hoy».

Más adelante, en una emotiva nota personal: «Perdón por insistir en este relato de la aparición, pero Nuestra Señora habla de un prelado que se oponen terminantemente a esta ola de apostasía e impiedad, salvando el sacerdocio con la formación de buenos sacerdotes. No quiero decir que la profecía se refiere a mí; pueden ustedes llegar a sus propias conclusiones al respecto. Pero me quedé estupefacto al leer esas líneas y no puedo negar que existen, ya que están registradas y depositadas en los anales de esta aparición».

Mons. Lefebvre  no parece aquí demasiado preocupado por obtener permiso sencillamente para «dedicarse a la experiencia de la tradición». No parece estar simplemente solicitando una coexistencia ecuménica pacífica de la Sociedad dentro de la «comunidad católica cristiana». Por el contrario, reconoce su deber sagrado ante Dios de oponerse abiertamente al pernicioso mal dentro de la Iglesia —mal contra el que fuimos alertados por Nuestra Señora misma.

«Ustedes, por supuesto, bien saben de las apariciones de Nuestra Señora de La Salette, donde nos dice que Roma perderá la fe, que habrá un “eclipse” en Roma; un eclipse, ven ustedes lo que Nuestra Señora quiso decir con esto», les recordó a sus oyentes aquel aciago día Mons. Lefebvre. Traía también a Nuestra Señora de Fátima en la mente: «(…) finalmente, aún más cerca de nosotros, el secreto de Fátima. Sin duda, el tercer secreto de Fátima debe haber hecho alusión a esta oscuridad que ha invadido a Roma, esta oscuridad que ha invadido el mundo desde el Consejo». A lo que añado que esta oscuridad sólo se ha tornado aún mas turbia durante el reinado del Papa Francisco en Roma.

El arzobispo estaba sentando las bases de una oposición total al Vaticano y a su revolución modernista, no sólo a algunos aspectos problemáticos de uno o dos de los documentos del Consejo. Y casi treinta años después esa situación mala es ahora peor; incluso muchos comentaristas «neo-católicos» suenan hoy la misma alarma de monseñor Lefebvre de hace treinta años. La reivindicación total del arzobispo Lefebvre y su histórica defensa de la tradición católica está ya a la mano. ¿Será eso lo que tiene preocupado al Papa Francisco?

¿Qué haría yo si estaría en el lugar del obispo Fellay? Soy laico y por lo tanto el punto es irrelevante. Sería mucho más fácil para mí, un simple laico, informar respetuosamente a los actuales progresistas traidores a cargo del Vaticano que, mientras ellos sigan haciéndole la guerra a la Iglesia de Cristo, yo seguiría haciéndoles la guerra a ellos.

Explicaría en seguida a mi electorado que simplemente no me sería posible oponerme al pontificado más peligroso de la historia una vez aceptada la mano amistosa y la regularización de ese mismo pontificado, el mismo que ahora me declara «aceptable», un Vaticano que creo que Dios considera inaceptable.

Sin embargo, yo no soy obispo. Conozco y respeto al obispo Fellay, y estoy más que seguro que está haciendo precisamente lo que él cree que es lo mejor para la Iglesia. Es un sacerdote bueno y santo. Mas, tendrá que ser paciente con sus obstinados hijos —dentro y fuera de la Sociedad— que temen que sin la «red de seguridad» que es la FSSPX , el futuro de la contrarrevolución católica, como un todo, puede estar en peligro. La Fraternidad de San Pedro no es la única institución que prospera a la sombra de la FSSPX (algunos la llaman la «póliza de seguro»). A través de los años muchos de nosotros cobramos el valor y la inspiración necesarios para mantener la fe y la lucha sabiendo que seiscientos sacerdotes y un millón de fieles se mantenían firmes en contra de un Vaticano diabólico y desorientado.

No me parece que la Fraternidad de San Pío X requiera «regularización» para alcanzar plena comunión dentro de la Iglesia de Cristo; pero me temo que el Vaticano si podría estar sufriendo de una falta de regularización.

¿Qué debe hacer el obispo Fellay? Sinceramente no lo sé. Ruego que Dios lo guíe y lo haga inmune a las seducciones del romanismo. Bien puede ser que la voluntad de Dios sea que la FSSPX llegue a un acuerdo con el Vaticano que a su vez de entrada a una nueva era de restauración tradicionalista desde dentro. Esto es difícil de imaginar, sin duda, pero no conocemos las sendas de la Providencia y no debemos interponernos en su camino tampoco. ¿Qué sabe uno? Es posible que ya se haya llegado la hora. Debemos orar para que en efecto así sea, rogar a Dios que utilice la regularización de la FSSPX (si es que el rumor se convierte en realidad) para que la tradición florezca una vez más en el corazón de la Iglesia y que promueva una verdadera restauración, como las reformas de Cluny del siglo XI.

Por otro lado, una apropiación del Vaticano de la fraternidad sacerdotal más grande de la contrarrevolución católica en la víspera de la creación de un nuevo orden mundial ateo podría ser todo menos la voluntad de Dios. Cualquier estudioso de la naturaleza humana sin duda encontraría difícil comprender por qué los modernistas del Vaticano desearían aprobar una orden mundial de sacerdotes tradicionalistas que se dedicarían a oponerse vigorosamente a la agenda del Vaticano en todo el urbe. Parecería, al menos, un acto contradictorio de su parte y deja a muchos preguntándose ¿qué motivo puede tener el Vaticano que sea honesto?

Hay que recordar que el Vaticano ha logrado éxitos sorprendentes minando a la Iglesia: la Misa latina tradicional era la única Misa en el Rito romano hace cincuenta años. Ya saben cómo evadir el problema de la Misa, eso está ya comprobado. Lo que les parecen más preocupante, por ahora, es una resistencia insobornable, organizada y pública a su agenda. Nos devolverán la Misa mientras que la boca permanezca cerrada y la contrarrevolución vigorosa sea abandonada.

Y mientras consideramos el futuro del movimiento tradicional católico y oramos por la inspiración del Espíritu Santo en cuanto a la dirección de la FSSPX, fijemos la mirada al pasado y recordemos cómo fue que empezó todo esto: con una revolución sin precedentes en la Iglesia que causo que hombres buenos siguieran a Pablo y resistieran a Pedro cara a cara. He aquí una carta abierta al Santo Padre de Mons. Lefebvre y del obispo Castro-Mayer de hace casi treintaicinco años. Jamás debemos olvidar los sacrificios de estos hombres nobles, que se convirtieron en parias en la Iglesia de Cristo por el bien de Cristo mismo.

Michael Matt

(Traducido por Enrique Treviño. Artículo original)

***

Carta abierta al Papa (manifiesto Episcopal)

Rio de Janeiro, 21 de noviembre de 1983

Santo Padre:

Permítanos Su Santidad presentar de manera absolutamente filial las siguientes consideraciones:

Durante estos últimos veinte años la situación en la Iglesia es tal que parece una ciudad ocupada.

Miles de miembros del clero y millones de fieles viven en un estado de angustia y perplejidad debido a la «autodestrucción de la Iglesia». Están siendo lanzados a la confusión y al desorden por los errores contenidos en los documentos del Segundo Concilio Vaticano, las reformas postconciliares, las reformas litúrgicas especialmente, las nociones falsas difundidas en documentos oficiales y los abusos de poder perpetrado por la jerarquía.

En estas circunstancias angustiantes, muchos están perdiendo la fe, la caridad se ha tornado fría y el concepto de la autentica unidad de la Iglesia en el tiempo y en el espacio está desapareciendo.

En nuestra capacidad como obispos de la Santa Iglesia católica y sucesores de los apóstoles, nuestros corazones se sienten abrumados al contemplar, por todo el urbe, las muchas almas que están desconcertadas y sin embargo deseosas de mantener la fe y la moral que ha sido definida por el Magisterio de la Iglesia y enseñada por ella de manera constante y universal.

Nos parece que permanecer en silencio en estas circunstancias sería convertirnos en cómplices de estas obras perversas (cf. II Jn II).

Por estas razones, y considerando que todas las medidas que hemos emprendido en privado durante los últimos quince años han permanecido ineficaces, nos vemos obligados a intervenir públicamente ante Su Santidad para denunciar las causas principales de esta trágica situación y suplicar a Su Santidad usar su poder, como Sucesor de Pedro, para «confirmar a sus hermanos en la fe» (Lc 22,32) que nos ha sido fielmente transmitida por la tradición apostólica.

Con ese fin adjuntamos a esta carta un apéndice que contiene los errores principales y el origen de esta trágica situación y que, además, ya han sido condenados por vuestros predecesores.

La siguiente lista describe estos errores, mas no es exhaustiva:

1. La noción «latitudinaria» y ecuménica de la Iglesia —dividida en su fe— condenada en particular por el Syllabus, Nº 18 (DS 2918)

2. Un gobierno colegiado y una orientación democrática en la Iglesia, condenada en particular por el Concilio Vaticano I (DS 3055).

3. Una noción falsa de los derechos naturales del hombre, que aparece claramente en el documento sobre la Libertad Religiosa [del Vaticano II] y fue condenada en particular por Quanta Cura (Pío IX) y en Libertas praestantissimum (León XIII) .

4. Una noción errónea del poder del Papa (cf. DS 3115).

5. Una noción protestante del Santo Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, condenada por el Concilio de Trento, Sesión XXII.

6. Por último, y de manera general, la propagación profusa de herejías, caracterizada por la supresión del Santo Oficio.

Los documentos que contienen estos errores causan una inquietud y un desorden tanto más profundos cuanto que provienen de una fuente tan elevada.  El clero y los fieles más conmovidos por esta situación son, por otra parte, los que están más apegados a la Iglesia, a la autoridad del sucesor de Pedro y al Magisterio tradicional de la Iglesia.

Santísimo Padre, es urgente y necesario que esta confusión llegue a su fin, porque las ovejas se dispersan y las ovejas abandonadas siguen ya a mercenarios. Le rogamos, por el bien de la fe católica y por la salvación de las almas, reafirmar las verdades contrarias a estos errores, las verdades que la Iglesia ha enseñado durante veinte siglos.

Es con el ánimo de San Pablo ante San Pedro, cuando aquel le reprochó no haber seguido «la verdad del Evangelio» (Gl 2,11-14), con el cual os hablamos. Su propósito no era otro que proteger la fe del rebaño.

San Roberto Belarmino, expresó un principio moral general en este caso, afirmando que uno debe resistir al pontífice cuya acción sería perjudicial para la salvación de las almas (De Rom. Pon. 1,2,x.29).

Es entonces con el propósito de asistir a Su Santidad que proferimos este grito de alarma, que se vuelve aún más urgente por los errores, por no decir herejías, del nuevo Código de Derecho Canónico y por las ceremonias y discursos con motivo del quinto centenario del nacimiento de Lutero. Sinceramente, hemos llegado al límite.

Que Dios venga en vuestra ayuda, Santo Padre; oramos sin cesar por vos a la Bienaventurada Virgen María.

Dígnese a aceptar nuestros sentimientos de filial devoción.

Firmado: Mons. Marcel Lefebvre
Seminaire International S. Pie X
Econe 1908 Riddes (Suiza)

Firmado: Mons. Antonio de Castro-Mayer
Rua Riachuelo 169
C.P. 255 28100 Campos (RJ) – Brasil

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George Weigel y la FSSPX

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En su artículo más reciente, George Weigel decidió que la Santa Sede no debe ofrecer a la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, una prelatura personal. A través de las declaraciones del arzobispo Guido Pozzo, el secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, y del obispo Bernard Fellay, general superior de la Fraternidad, pareciera que la el ofrecimiento actual es el de una prelatura personal. Es más, pareciera que la Santa Sede no está insistiendo en la sumisión de la Fraternidad a cada punto y coma de los documentos del Concilio Vaticano Segundo. Estas son grandes noticias.

Muchos comentaristas informados observaron que las negociaciones del 2012 entre Roma y la Fraternidad se interrumpieron abruptamente por la insistencia de las autoridades romanas sobre esta sumisión. El arzobispo Pozzo admitió en entrevistas públicas que hay niveles de autoridad en los documentos de ese “concilio pastoral” y que puede no ser necesario un asentimiento total.

Por supuesto, se huele desde el principio que Weigel quiere, literalmente, ser más católico que el Papa. La forma del papa Francisco de manejarse sobre el asunto de la Fraternidad demuestra que reconoce a la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X como completamente católica y con derecho a un estatus canónico. Casi por iniciativa propia, confirió a los sacerdotes de la Fraternidad la facultad para escuchar confesiones. También otorgó un proceso por el cual los sacerdotes de la Fraternidad pueden atestiguar matrimonios legalmente. Si bien la Fraternidad argumenta que ya había recibido jurisdicción para estos actos, sucede que todavía hay algunas diferencias entre los sacerdotes de la Fraternidad y los sacerdotes parroquiales comunes. (Excepto que por lo general, los sacerdotes de la Fraternidad están mejor preparados y más deseosos de hacer el trabajo pesado de un pastor). Todo esto lo ha decretado el Sumo Pontífice, pero George Weigel sabe más que él.

El argumento de Weigel es este: la FSSPX “disiente” respecto a la enseñanza de la Iglesia sobre la libertad religiosa, la enseñanza expuesta en la Declaración del Concilio Vaticano Segundo sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae. Él asegura que el supuesto disentimiento de la Fraternidad se basa en la política francesa tras la revolución, en lugar del “la responsabilidad de la historia de la doctrina entre la Iglesia Católica y el estado”. Sin embargo, su alegato es completamente autoritario y poco serio. Tenemos el ipse dixit de Wigel y eso es todo. De hecho, es más fácil descifrar lo que Weigel no dice por su prisa en acusar como disidente a la Fraternidad. Por ejemplo, Weigel no habla de la dubia del arzobispo Lefebvre sobre Dignitatis humanae, presentada a la Congregación para la Doctrina de la Fe, la cual no recibió una respuesta justificada, punto por punto, sino una vaga respuesta general de un peritus anónimo. Weigel tampoco menciona a Mirari vosQuanta curaImmortale DeiLibertas praestantissimum, ni ninguno de los pronunciamientos papales sobre la libertad religiosa previos a 1965. Y Weigel tampoco muestra signos de haber considerado los trabajos más recientes sobre Dignitatis humanae de académicos tales como el profesor Thomas Pink.

Por supuesto que no queda claro que la Fraternidad realmente disienta o rechace la enseñanza de la Iglesia. Con el texto y la propia historia de Dignitatis humanae, no está claro lo que Dignitatis humanae significa realmente y, por lo tanto, es imposible decir lo que es disentir con él. Incluso si la Declaración fuera totalmente clara, no resolvería la cuestión. En el 2014, la Comisión Teológica Internacional publicó un documento extenso, “El Sensus fidei en la vida de la Iglesia,” que discutía el sensus fidei, “una especie de instinto espiritual que capacita al creyente para juzgar de manera espontánea si una enseñanza o práctica en particular es o no es conforme con el Evangelio y con la fe apostólica” (par. 49). El documento observa que, “Advertidos por el propio sensus fidei, los simples creyentes pueden llegar a refutar el asentimiento a una enseñanza de los propios pastores legítimos si no reconocen en tal enseñanza la voz de Cristo, el Buen Pasto” (par. 63). Considerando las precisas distinciones entre Dignitatis humanae y las enseñanzas de Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, y otros buenos y santos Papas, es decididamente razonable discutir la posición de la Fraternidad en términos de la reacción al auténtico sensus fidei. Con esto en mente, debemos preguntarnos si no es George Weigel quien apuesta a una posición debido a fuertes razones políticas.

Las cosa van de mal en peor cuando Weigel explica por qué el supuesto disentimiento de la Fraternidad es un problema. A Weigel le preocupa que reconocer a la Fraternidad y darle una prelatura personal aliente a los disidentes liberales. Dado que la Fraternidad identifica inconsistencias entre Dignitatis humanae y la enseñanza tradicional de la Iglesia—nacidas de todas esas polvorientas encíclicas que Weigel ignora—los modernistas elaborarían un caso para “disentir fielmente” con Humanae vitae y Ordinatio sacerdotalis. La declaración de Weigel es tan extraña como ridícula. En primer lugar, los modernistas no tuvieron problema en asegurarse el derecho al disenso fiel, incluso durante los años en que absolutamente todos pensaban que la Fraternidad era “cismática”. San Pío X nos advirtió en Pascendi que el disenso y la tensión están entre los métodos más preferidos por los modernistas. 

Ese gran Papa demostró estar en lo cierto una y otra vez, independientemente de la cuestión de la Fraternidad que lleva su nombre. No hay razones para creer que otorgar a la Fraternidad el reconocimiento jurídico que le corresponde, envalentonaría a los modernistas, solo porque es imposible creer que en el 2017 los modernistas podrían ser más osados.  El argumento de Weigel es más que ridículo en tanto que intenta decir que las preguntas permanentes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X sobre Dignitatis humanae (entre otras cosas) equivalen a las herejías modernistas. Consideremos esto: los sacerdotes de la Fraternidad sostienen que Dignitatis humanae es difícil de reconciliar con las enseñanzas de Gregorio XVI, Pío IX, León XIII y otros buenos y santos Papas. Ellos siguen su propio sensus fidei, apelan al magisterio universal, incluyendo las enseñanzas de esos Papas, y piden clarificación a las autoridades romanas. Después de largas décadas de hostilidad y silencio de las autoridades romanas, el arzobispo Pozzo se anima a tomar una posición en pos de clarificar la situación, una clarificación adicional que podría desarrollarse tras un cuidadoso análisis. Equiparar este proceso—un proceso que refleja verdadera sumisión al magisterio universal—con el clamor modernista a favor de la ordenación de mujeres y la bendición de uniones sodomíticas es de no creer, pero parece que Weigel quiere hacer justamente eso.

Weigel nunca va al punto. Él sugiere que darle a la Fraternidad el reconocimiento jurídico que merece desde hace tiempo, dañaría la divulgación ecuménica y la nueva evangelización. Aparentemente, Weigel no sabe que la nueva evangelización es letra muerta desde el 13 de marzo del 2013, cuando se anunció la elección del papa Francisco. Y es imposible imaginar cómo la Fraternidad podría dañar la divulgación ecuménica, cuando el papa Francisco se lo pasa haciendo gestos ecuménicos a cada rato. La única explicación posible para el argumento incoherente de Weigel es que se ha adherido a la visión de que el Concilio Vaticano Segundo es el momento más significativo en la vida de la Iglesia, después de Pentecostés. A decir verdad, una facción de la Iglesia cree justamente eso. Y es una facción con un considerable poder. Por lo tanto, según Weigel, negarle reconocimiento jurídico a la Fraternidad—a pesar de su catolicismo evidente y el infatigable trabajo pastoral de sus buenos y santos sacerdotes—“reforzaría la noción de que la doctrina no tiene que ver con la verdad, sino con el poder.”

P.J. Smith

[Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.]

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La des-demonización de la FSSPX II: El Obispo Rey hace su movimiento

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La semana pasada informamos sobre la decisión del obispo Alain Planet de la diócesis francesa de Carcasona de dar privilegios a los sacerdotes de la FSSPX para celebrar matrimonios dentro de esa diócesis. Esta semana recibimos noticias similares de la diócesis de Fréjus-Toulon. No hay nada sorprendente en esto ya que la diócesis está pastoreada por el obispo Dominique Rey, que ha demostrado ser un firme defensor de la tradición. Su Excelencia da la bienvenida en su seminario a los hombres que prefieren ofrecer la misa con el rito tradicional y con regularidad ordena a los hombres de acuerdo con ese rito.

A continuación se muestra el decreto de Su Excelencia:

Teniendo en cuenta la carta de fecha 27 de marzo 2017, relativa a la autorización de matrimonios de fieles celebrada por los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (SSPX), que la Pontificia Comisión Ecclesia Dei dirige a los Ordinarios de las Conferencias Episcopales involucradas;

Teniendo en cuenta los términos del Canon 1111 § 2;

Por la presente se decreta:

Artículo 1 – Confirmamos a nuestro Canciller la delegación permanente en materia matrimonial que hemos otorgado a él desde el 13 de junio de 2013. El será nuestro referente sobre esta cuestión particular sobre el matrimonio.

Artículo 2 – Cada sacerdote miembro de la FSSPX tendrá, a partir de la fecha de la firma de este decreto, en el territorio de nuestra diócesis de Fréjus-Toulon, la delegación necesaria para recibir válidamente el intercambio de los consentimientos entre los cónyuges que apelan a los sacerdotes de la FSSPX por su matrimonio.

Artículo 3 – Esta delegación se otorga de acuerdo con el siguiente protocolo:

  1. Si el matrimonio se celebra en una iglesia o un oratorio de la FSSPX, el sacerdote miembro de la FSSPX informará por correo a nuestro Canciller. Este último le dará una forma del documento que acredite la celebración del matrimonio por un sacerdote de la FSSPX en el territorio de la diócesis de Fréjus-Toulon (modelo que se adjunta a este decreto). El matrimonio se registrará en los registros de la FSSPX. Una copia de estos registros se enviará anualmente a la cancillería de la diócesis de Fréjus-Toulon.
  2. Si el matrimonio se celebra en una iglesia parroquial de la diócesis, el sacerdote miembro de de la FSSPX estará de acuerdo con el párroco sobre el día y la hora de la celebración e informará de antemano por correo postal a nuestro Canciller. Este último le dará una forma del documento que acredite la celebración del matrimonio por un sacerdote de la FSSPX en el territorio de la diócesis de Fréjus-Toulon. Para la distribución del casual y la expedición se procederá de la siguiente manera: el casual se devolverá a la FSSPX y la expedición a la parroquia que recibe. El matrimonio se inscribe en el Registro de la Parroquia.

Artículo 4 – La ejecución de este decreto se confía al Canciller, a los párrocos de la diócesis de Fréjus-Toulon y al superior local de la FSSPX; El decreto será publicado en nuestra revista mensual oficial, Eglise de Fréjus-Toulon.

A pesar de todas las cosas contrarias.

Dado en Toulon, el 4 de mayo de 2017, bajo nuestro sello y nuestra firma y aval de Nuestro Canciller.

+ Dominique Rey, obispo de Frejus-Toulon

Abad Alex Campo, Canciller

[Traducido por Rocío Salas. Artículo original.]

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El Superior de la FSSPX comenta que, la reconciliación “no es para mañana”. El sitio web de los obispos suizos, por alguna razón, distorsiona la información

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El obispo Bernard Fellay, Superior-General de la Fraternidad de San Pío X (FSSPX), manteniendo su habitual tono prudente acerca de los asuntos relacionado con las conversaciones entre su Fraternidad y la Santa Sede, dijo recientemente que, cualquier reconciliación entre Roma y la FSSPX “no es para mañana”. Sin embargo, el sitio web oficial de noticias de los obispos de Suiza tomó esto con el significado de que “se negó a cualquier acercamiento”, lo cual no es cierto en absoluto; y sabemos que ni siquiera es objetivamente cierto y que no es lo que el obispo ha dicho en repetidas ocasiones en los últimos meses bajo el papado de Francisco. Recientemente, no se ha anunciado una reconciliación inminente: en este caso, algunas noticias de la Swiss Bishops Conference (Conferencia Episcopal Suiza), sólo querrían provocar una distracción.

Como se puede ver a continuación, el contraste entre el titular y el contenido es evidente:

Fellay niega cualquier acercamiento de la Fraternidad de San Pío X con Roma 

El 5 de marzo, en el diario Le Nouvelliste, el obispo Bernard Fellay, Superior-General de la Fraternidad de San Pío X (FSSPX), negó los rumores de una reconciliación “inminente” entre la FSSPX y Roma, la cual fue anunciada por el obispo Alfonso de Galarreta, uno de los tres obispos de la Fraternidad.

“En mi opinión, esto no es para mañana. Todavía puede tardar años”, dijo el obispo Fellay en el diario Le Nouvelliste, añadiendo que, en este caso, “no hay que precipitarnos (…), estas cosas han estado ocurriendo desde el año 2000”.

En enero, en una conferencia pronunciada en Versalles, el obispo Alfonso de Galarreta, uno de los obispos de la Fraternidad de San Pío X, había anunciado la inminente reconciliación de la FSSPX con Roma. “Creo que (el Papa) anulará cualquier requisito doctrinal, teórica, práctica de o cualquier condición… Va a tomar sus propias medidas para el reconocimiento de la Fraternidad”, dijo en unos comentarios publicados el 26 de febrero por La Porte Latine, la página web oficial para la zona francófona de la FSSPX.

La reconciliación de la Fraternidad con la Iglesia, no está en la agenda del obispo Fellay quién cree que “hay una gran cantidad de heridas y debemos curarlas antes de tener una discusión tranquila”. El superior de la FSSPX se mantiene, sin embargo, “abierto a conversar con Roma, pero no a las concesiones”.

Bernard Hallet. Cath.net

[Traducido por Rocío Salas. Artículo original.]

Entrevista con Mons. Fellay. La paradójica benevolencia de Francisco con la FSSPX

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 ¿Qué sucede con las relaciones de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con Roma?

Desde hace ya varias semanas han estado circulando numerosos rumores en la prensa[1] referentes a un posible reconocimiento canónico de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X por parte de Roma. En vez de acrecentar dichos rumores con comentarios, DICI ha optado por entrevistar al Superior General de la Fraternidad, Monseñor Bernard Fellay, con el fin de solicitarle una evaluación de los siguientes puntos:

  1. Las relaciones de la Fraternidad Sacerotal San Pío X con Roma
  2. Las nuevas propuestas de Roma
  3. “Ser aceptados tal cual somos”
  4. El Papa y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
  5. La jurisdicción otorgada a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
  6. Las visitas de los prelados enviados por Roma
  7. El estado actual de la Iglesia
  8. ¿Qué debemos pedirle a la Santísima Virgen?

1. Las relaciones de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con Roma desde al año 2000

Las relaciones con Roma, de hecho, continúan, aunque esa palabra no es del todo correcta… ya que nunca se han interrumpido, ciertamente, jamás se han roto, aunque su frecuencia ha variado, y su intensidad también… Podemos decir que desde el año 2000 ha habido contactos con Roma. Las autoridades romanas fueron las que solicitaron estos contactos, con miras a regularizar la situación de la Fraternidad. Ha habido altibajos, como digo, pero a partir del cardenal Castrillón Hoyos, en el año 2000, los contactos han sido, durante algún tiempo, bastante frecuentes. Luego de que nuestras famosas precondiciones hubieran quedado bien establecidas[2], hubo un tiempo en que las relaciones fueron… no quisiera utilizar la palabra suspendidas, pero casi. En el 2005, hubo un solo contacto. Y después del 2009, es decir, en el momento del levantamiento –lo que nosotros llamamos el levantamiento de las excomuniones; digamos: la rectificación de ese decreto de excomunión–,  ha habido un contacto más regular, especialmente con las discusiones doctrinales, las cuales fueron solicitadas por ambas partes y duraron alrededor de dos años[3]. Después, volvió a suscitarse lo que podríamos llamar una nueva etapa, esta vez había involucrada una propuesta de solución, la cual era doble: había una declaración doctrinal y una solución canónica. Esto duró casi un año, pero fracasó.

Luego, durante dos años las relaciones fueron escasas, para reanudarse, creo que podemos decirlo así, con el regreso de Monseñor Pozzo a la Comisión Pontificia Ecclesia Dei. Durante el tiempo de Monseñor Di Noia, hubo algunos contactos, es verdad, pero con Monseñor Pozzo tuvo lugar una nueva etapa, la cual volvió a ser doble. Por una parte, se reanudaron las discusiones, es decir, las discusiones doctrinales, de una manera más flexible, por lo tanto no completamente oficial, pero más que simplemente extraoficial, ya que estos obispos fueron enviados por Roma. Estas discusiones todavía continúan. Creo que vale la pena el esfuerzo. Y al mismo tiempo, en otro plano, y en cierto sentido, paralelamente, hubo una nueva propuesta en julio pasado: una invitación a la reflexión para buscar la forma de lograr la regularización canónica. Y aquí también, estas discusiones, estas reflexiones siguen avanzando. No existe ninguna prisa, eso es claro. ¿Estamos realmente avanzando? Yo pienso que sí. Pienso que sí, pero sin duda es un proceso lento.

2. Las nuevas propuestas de Roma estudiadas por los superiores mayores de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Queremos involucrar a un gran número de cófrades, empezando por los superiores, en nuestra reflexión acerca de las nuevas propuestas de Roma. Creo que es importante. Hemos aprendido algunas lecciones de lo sucedido en el 2012, lo cual ocasionó roces dentro de la Fraternidad. Pienso que una de las razones fue la falta de comunicación. Fue un período un tanto difícil. Por lo mismo, esta vez hemos elegido una vía distinta para abordar estas cuestiones, que requieren mucha reflexión.

Cuando vemos la situación de Roma, de la Iglesia, obviamente no nos sentimos alentados a actuar. Es comprensible que Roma quiera hacer una invitación, ya que representamos un problema para la Iglesia. Cuando vemos todos los esfuerzos realizados en favor del ecumenismo –¡para lograr sólo Dios sabe qué clase de unidad!–, y cuando vemos cómo somos tratados en la Iglesia, significa, evidentemente, que representamos un problema. Somos una gran espina para todo el sistema ecuménico actual. Esto por sí solo bastaría para explicar (la conducta adoptada por Roma). Creo que no se trata únicamente de eso, pero, en cualquier caso –sin considerar directamente cuáles son sus motivos–, existe un movimiento de Roma que intenta solucionar el problema.

Por otra parte, vemos la situación dramática de la Iglesia, en donde verdaderamente no existen muchos estímulos que nos inviten a seguir adelante. Por lo tanto, es necesaria una reflexión profunda, pero ésta no se realizará por sí sola. Necesitamos varios pares de ojos para observar correctamente, para reflexionar sobre todas las repercusiones de estas cuestiones. Por esto hemos querido solicitar a todos los superiores sus reflexiones con respecto a este tema.

3. “Ser aceptados tal  cual somos”, sin ambigüedades ni compromisos

Es absolutamente necesario evitar cualquier compromiso; entendiendo “compromiso” en dos sentidos. Compromiso en el sentido de que cada una de las partes cede algo para asegurarse otra cosa. Desde el principio se lo había dicho a Roma: “No quiero ambigüedades. Si quieren llegar a un consenso sobre un documento que es entendido de manera diferente por cada parte, significaría crear un caos, que se desataría al poco tiempo.” Por lo tanto, es absolutamente necesario evitar eso. Es prácticamente obvio que, al inicio, debido a la actual situación y los puntos de vista divergentes, el documento tenderá a la ambigüedad. Y no queremos eso en lo absoluto.

Obviamente, eso nos vuelve “rígidos”, por así decirlo. En todo caso, bastante rígidos, lo cual complica todavía más las cosas, pero para nosotros no existe una solución sencilla. Podríamos decir: “Sí, en teoría, es la solución de la verdad, pero la verdad debe ser total e íntegra.”

Este es el enfoque inicial que consideré importante adoptar con Roma. Ya con respecto al primer documento, les dije: “Es ambiguo, no va a funcionar, ¡no queremos absolutamente nada de esto!” Se trataba del primer documento, en el 2011. Esta vez me parece que la situación es mucho mejor. Verdaderamente ha habido avances importantes, en este sentido, contra la ambigüedad. Eso no quiere decir que se haya eliminado toda la ambigüedad…

Además del asunto de la claridad del documento, existe otra cuestión mucho más profunda, mucho más importante: ¿Qué margen, qué libertad se nos concedería o se nos concederá en caso de una regularización? Y, en este contexto, tomé como punto de partida una frase, que era el requisito práctico de Monseñor Lefebvre, quien lo consideraba como una condición sine qua nonpara una regularización; concretamente, el ser aceptados tal cual somos.

Por ello quise decirles (a Roma): “Si nos quieren, así es como somos; Uds. tienen que conocernos; así no podrán decirnos después que les ocultamos cosas. Así es como somos y así es como seguiremos siendo.” Seguiremos siendo como somos, ¿por qué? No es una cuestión de terquedad; no significa que nos consideremos los mejores; ha sido la Iglesia quien ha enseñado estas cosas y quien las ha exigido. No se trata solamente de la fe; también existe toda una disciplina que está en perfecta concordancia con esta fe, y esto constituía el tesoro de la Iglesia, esto fue lo que formó en el pasado a tantos santos, y no estamos dispuestos a renunciar a ello. En el trato con Roma he insistido mucho, diciendo: “Así es como somos; así es como pensamos”, incluso he dado ejemplos concretos, y si Roma considera que estos pensamientos y esta postura deben ser corregidos o modificados, entonces tienen que hacérnoslo saber ahora. Al mismo tiempo, les he explicado que, en caso que así fuera, no seguiremos adelante.

4. El Papa y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: benevolencia paradójica

Es necesario utilizar el término “paradoja”, la paradoja de querer avanzar hacia lo que casi podríamos llamar “Vaticano III”, en el peor sentido que puede dársele a esa expresión, y por otra parte querer decirle a la Fraternidad: “Aquí son bienvenidos.” Esto es verdaderamente una paradoja, casi una voluntad de combinar los opuestos. No creo que esto sea por ecumenismo. Algunos podrían pensarlo. ¿Por qué no creo que sea por ecumenismo? Porque  basta observar la actitud general de los obispos en este tema del ecumenismo: ¡Tienen los brazos abiertos para recibir a cualquiera, excepto a nosotros! En numerosas ocasiones, la gente ha intentado explicar por qué fuimos excluidos, diciendo: “No los tratan como a los demás, porque ustedes afirman ser católicos. Al decir esto, generan confusión entre nosotros, y por lo tanto, no los quieren.” Hemos escuchado esta explicación muchas veces, y ella excluye el ecumenismo. Pero si este enfoque que consiste en decir, “Aceptamos a todos dentro de la familia”, no es aplicable en nuestro caso, entonces, ¿qué es lo que queda? Creo que el Papa es lo que queda.

Si al principio Benedicto XVI, y ahora el papa Francisco, no hubieran visto a la Fraternidad en un modo particular, que es diferente a esta perspectiva ecuménica que acabo de mencionar, pienso que ahora no habría nada en absoluto. Creo que, en vez de esto, estaríamos funcionando una vez más bajo sanciones, censuras, excomuniones, la declaración de cisma e intentos por eliminar a un grupo problemático. Entonces, ¿por qué tanto Benedicto XVI como el Papa Francisco han sido tan benevolentes hacia la Fraternidad? Pienso que la perspectiva de ambos no es necesariamente la misma. En el caso de Benedicto XVI, creo que se debía a su lado conservador, a su amor por la liturgia antigua, a su respeto por la disciplina pasada que existía en la Iglesia. Puedo afirmar que muchos, y estoy hablando de muchos sacerdotes, e incluso grupos que tenían problemas con los modernistas en la Iglesia, y que recurrieron a él cuando aún era cardenal, encontraron en él, primero como cardenal y luego como Papa, una mirada benevolente, un deseo de proteger y ayudarlos, al menos, en todo lo que le fuera posible.

En cuanto al papa Francisco, no vemos ese apego ni a la liturgia ni a la disciplina anterior de la Iglesia. Incluso podríamos decir totalmente lo opuesto, debido a sus numerosas declaraciones en contra, lo que hace más difícil y complicado entender su benevolencia. Y, sin embargo, creo que existen varias explicaciones posibles, pero admito que no tengo la última palabra en este tema. Una de las explicaciones es el enfoque del papa Francisco  hacia cualquier cosa que sea marginada, lo que él llama “las periferias existenciales”. No me sorprendería que nos considerara como una de estas periferias por las que tiene una preferencia manifiesta. Y, desde esta perspectiva, utiliza la expresión: “recorrer un camino” con la gente que se encuentra en la periferia, esperando poder mejorar las cosas. Por lo tanto, no se trata de una decisión establecida de concluir inmediatamente: un proceso, un camino, va a donde sea que éste vaya…, pero al menos se es bastante tranquilo, amable, sin saber realmente cuál será el resultado. Tal vez, ésta sea una de las razones más profundas.

Otra razón: vemos que el Papa Francisco critica constantemente a la Iglesia establecida, la palabra utilizada en inglés para esto es establishment –también se emplea en francés de vez en cuando–, reprochando a la Iglesia por ser autocomplaciente, satisfecha de sí misma, por ser una Iglesia que ya no va en busca de la oveja perdida, la oveja que sufre, en todos los ámbitos, por la pobreza o incluso físicamente… Pero vemos en el Papa Francisco que esta inquietud, a pesar de las evidentes apariencias, no sólo es una preocupación acerca de las cosas materiales… Vemos claramente que cuando dice “pobreza” se refiere también a la pobreza espiritual, la pobreza de las almas que se encuentran en pecado y que deberían ser sacadas de ese estado y conducidas nuevamente a Dios. Aunque no siempre lo expresa tan claramente, podemos encontrar varias expresiones que así lo indican. Y desde esta perspectiva, ve en la Fraternidad una comunidad que es muy activa, especialmente si se la compara con la situación dentro del establishment, muy activa, en otras palabras, que busca, que sale a buscar a las almas, que tiene esta preocupación por el bien espiritual de las almas, y que está lista para poner manos a la obra y trabajar por ello

Conoce a Monseñor Lefebvre, ha leído dos veces la biografía escrita por Monseñor Tissier de Mallerais, lo que muestra, sin duda alguna, un interés; y yo pienso que le ha gustado. Y también los contactos que estableció en Argentina con nuestros cófrades, en quienes vio espontaneidad y también franqueza, pues no escondimos absolutamente nada. Claro que sí intentábamos conseguir algo para Argentina, en donde teníamos dificultades con el Estado concernientes a los permisos de residencia, pero no escondimos nada, no intentamos eludir ningún problema, y creo que eso le gusta. Éste tal vez sea el lado humano de la Fraternidad, pero vemos que el Papa es muy humano, le da mucha importancia a este tipo de consideraciones, y esto puede o podría explicar una cierta benevolencia de su parte. Reitero, una vez más, que no tengo la última palabra en este tema y, sin duda, detrás de todo esto está la Divina Providencia, que se las ingenia para poner buenos pensamientos en la cabeza del Papa, quien, en muchos puntos, nos alarma tremendamente, y no sólo a nosotros: se puede decir que cualquiera que sea más o menos conservador dentro de la Iglesia está asustado por lo que está sucediendo, por las cosas que se dicen y, sin embargo, la Divina Providencia se las arregla para hacernos pasar a través de escollos de una manera muy sorprendente. Muy sorprendente porque está claro que el Papa Francisco desea dejarnos vivir y sobrevivir. Incluso ha dicho a todo el que desea escucharlo que nunca dañaría a la Fraternidad. También dijo que somos católicos. Se negó a condenarnos como cismáticos, diciendo: “No son cismáticos, son católicos”, incluso si después utilizó una expresión un tanto enigmática, concretamente, que estamos en camino hacia una comunión plena. Quisiéramos tener alguna vez una definición clara del término “comunión plena”, porque es claro que no corresponde a nada preciso. Es un sentimiento… no se sabe bien qué es. Incluso, recientemente, en una entrevista concedida por Monseñor Pozzo acerca de nosotros, éste repite una cita que le atribuye al Papa mismo –por lo tanto, podemos considerar esto como una postura oficial: el Papa, hablando con Ecclesia Dei, confirmó que somos católicos en camino a una plena comunión[4]. Y Monseñor Pozzo explicó cómo puede lograrse esta comunión plena: aceptando la forma canónica, lo cual resulta bastante sorprendente: ¡una forma canónica resolvería todos los problemas referentes a la comunión!

Un poco más adelante, en la misma entrevista, afirma que esta comunión plena consiste en aceptar los grandes principios católicos[5], en otras palabras, los tres niveles de unidad en la Iglesia, que son la fe, los sacramentos y el gobierno. Cuando habla de la fe, se refiere más bien al magisterio. Pero nosotros nunca hemos puesto en duda ninguno de estos tres elementos. Y, por lo tanto, nunca pusimos en duda nuestra plena comunión, pero eliminamos el adjetivo “pleno”, para decir simplemente: “Estamos en comunión de acuerdo con el término clásico usado en la Iglesia; somos católicos; si somos católicos estamos en comunión, porque la ruptura de la comunión es precisamente un cisma.”

5. La jurisdicción concedida a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: consecuencias canónicas

Si tomamos en cuenta el Derecho Canónico de la Iglesia, nadie es sujeto de un poder ordinario de jurisdicción en la Iglesia a menos que su situación sea perfectamente regular. Esto significa, una persona que no está afectada por una censura. Roma siempre ha dicho y mantiene que nuestros sacerdotes están bajo la censura de suspensión, porque no están incardinados. Nosotros afirmamos que por supuesto que están incardinados en la Fraternidad, la cual fue, en su momento, injusta o inválidamente suprimida, yendo en contra de las leyes mismas de la Iglesia; pero, no obstante, Roma ha mantenido y mantiene hasta hoy que nuestros sacerdotes están suspendidos. Suspensión, ¿qué significa eso? Significa precisamente que el sacerdote tiene prohibido ejercer su ministerio, ya sea que hablemos de la Misa o de los demás sacramentos, incluyendo la confesión. Ahora bien, conceder una jurisdicción ordinaria para confesar[6], no de manera excepcional, como sería el caso del peligro de muerte… La Iglesia, de hecho, prevé este tipo de situaciones: si alguien está en peligro de muerte, si se encuentra a punto de morir después de un accidente de tránsito, cualquier sacerdote, sin importar su estado, incluso un sacerdote excomulgado o uno ortodoxo, que ni siquiera es católico pero sí es un sacerdote vçalido, puede en ese momento confesar a la persona y dar la absolución, no solamente válida, sino lícitamente. Estos son casos excepcionales. No se trata de un “poder ordinario”. Aquí estamos hablando de un poder ordinario. Para poder tener y ejercer el poder ordinario de jurisdicción es necesario, una vez más, estar libre de toda censura. Desde el momento en que el Papa declara que nos concede este poder ordinario, implica, por ese mismo hecho, la eliminación, la supresión de la censura. Esta es la única forma de entender esta normativa de acuerdo al Derecho Canónico, no solamente de acuerdo con la letra de tal o cual canon, sino según el espíritu del derecho de la Iglesia.

6. Visitas de los prelados enviados por Roma: ¿algunas cuestiones doctrinales abiertas?

Estas visitas han sido muy interesantes. Obviamente, algunas personas en la Fraternidad las han visto con un poco de recelo: “¿Qué están haciendo esos obispos en nuestra casa?” ¡Bueno! Esa no era mi perspectiva. La invitación vino de Roma, tal vez como resultado de una idea que yo les sugerí, y que era la siguiente: “Ustedes no nos conocen; estamos hablando en una oficina aquí en Roma; vengan a vernos directamente, no podrán conocernos realmente a menos que nos vean.” Una declaración, sin importar que sea o no un gran éxito en Internet, o un comunicado no hará que nos conozcan tal y como somos; porque la mayoría de las veces sucede que en estos comunicados nos vemos obligados a tomar una postura, e incluso a condenar una u otra expresión o acción realizada en la Iglesia, pero nuestra vida como católicos no se resume únicamente a eso. De hecho, podemos incluso decir que las cosas esenciales se encuentran en otras partes. Lo esencial es la intención de vivir nuestro catolicismo siguiendo los mandamientos de Dios, esforzándonos por santificarnos, por evitar el pecado, para vivir de acuerdo con toda la disciplina de la Iglesia. Nuestras escuelas, nuestros seminarios, nuestros sacerdotes, nuestra vida sacerdotal, todo eso forma un conjunto que es la realidad, la verdadera realidad de nuestra Fraternidad.

Por lo tanto, yo insistí mucho, les dije varias veces: “Vengan a vernos.” Nunca quisieron. De pronto, súbitamente, surgió esta propuesta de enviar a algunos obispos para reunirnos. Y por mi parte, no importa cuál fuera la primera intención de Roma, estuve de acuerdo en que era una buena idea. ¿Por qué? Porque así nos verían como somos en realidad. Esa fue la consigna que di en cada uno de los lugares que visitaron: “¡No estamos cambiando nada, no estamos tratando de adornar las cosas, somos lo que somos, y dejen que nos vean exactamente en esa forma!” Y, en efecto, un cardenal, un arzobispo y dos obispos vinieron a vernos, a visitarnos, en distintas situaciones, algunas veces en los seminarios, y también en uno de los prioratos. Las primeras impresiones, los comentarios realizados durante estas discusiones, durante las reuniones y después de ellas son muy interesantes. Y creo que me dan la razón en haber apoyado esta invitación romana.

Lo primero que todos nos comentaron –¿se trataba de una línea oficial o su opinión personal? No lo sé, pero es un hecho–, todos nos dijeron: “Estas discusiones están ocurriendo entre católicos; esto no tiene nada que ver con discusiones ecuménicas; estamos entre católicos.” Por lo tanto, desde el principio hicieron a un lado todas aquellas ideas como: “No están completamente dentro de la Iglesia, están a medio camino, por lo tanto, están fuera –¡sólo Dios sabe dónde!–, cismáticos…” ¡No! Estamos hablando entre católicos. Este es el primer punto, el cual es muy interesante, muy importante. A pesar de lo que, en algunos casos, todavía hoy se dice en Roma.

El segundo punto – que en mi opinión es aún más importante –, es que los temas abordados en estas discusiones son los clásicos temas en los que siempre ha habido escollos. Ya sea que se trate de un asunto de libertad religiosa, colegialidad, ecumenismo, la nueva Misa, o incluso los nuevos ritos de los sacramentos… Bueno, todos nos dijeron que estas discusiones eran sobre temas abiertos. Creo que esta reflexión es capital. Hasta ahora, siempre habían insistido en dejar bien claro que teníamos que aceptar el Concilio. Es difícil determinar exactamente el verdadero alcance de esta expresión: “aceptar el Concilio”. ¿Qué significa? Porque es un hecho que los documentos del Concilio son completamente desiguales, y que su aceptación se hace con un criterio gradual, según una escala de obligatoriedad. Si un texto es un texto de fe, existe una obligación simple y pura. Pero quienes pretenden, de un modo totalmente erróneo, que este Concilio es infalible, exigen una sumisión total a todo el Concilio. Entonces, si eso es lo que significa “aceptar el Concilio”, decimos que no lo aceptamos. Precisamente porque lo que negamos es su infalibilidad. Si existen algunos pasajes en los documentos conciliares que repiten lo que la Iglesia ha dicho antes, en un modo infalible, obviamente estos pasajes son y seguirán siendo infalibles. Y nosotros aceptamos eso, no hay ningún problema. Por esto, cuando se dice “aceptar el Concilio”, es necesario distinguir claramente cuál es el sentido de la expresión. Sin embargo, aún con esta distinción, hasta el momento, hemos detectado una insistencia por parte de Roma: “Deben aceptar estos puntos; forman parte de la enseñanza de la Iglesia y por lo tanto deben aceptarlos.” Y aún hoy en día –no solamente en Roma, sino también en la mayoría de los obispos–, vemos esta actitud hacia nosotros, este grave reproche: “Ustedes no aceptan el Concilio.”

Y ahora, de repente, los enviados de Roma nos dicen que todos los puntos que habían sido obstáculos, son cuestiones abiertas. Una cuestión abierta es un tema que se puede discutir. Y la obligación de adherirse a cierta posición queda fuertemente e incluso, tal vez, totalmente mitigada o eliminada. Creo que esto es un punto crucial. Tendremos que ver, posteriormente, si esto es confirmado, si realmente podemos discutir libremente, o mejor dicho, honestamente, con todo el respeto debido a la autoridad, para no agravar todavía más la situación actual en la Iglesia, la cual es tan confusa, precisamente en cuanto a la fe, en cuanto a lo que debemos creer, y es aquí donde exigimos esta claridad, estas aclaraciones de parte de las autoridades. Hemos pedido esto durante mucho tiempo. Nosotros decimos: “Existen puntos ambiguos en este Concilio, y no nos corresponde a nosotros aclararlos. Podemos señalar el problema, pero quien tiene la autoridad para aclararlo es Roma.” Sin embargo, reitero, el que estos obispos nos digan que se trata de preguntas abiertas es ya, en mi opinión, algo crucial.

Las discusiones en sí se han desarrollado, más o menos felizmente, según la personalidad de nuestros interlocutores, porque también hubo buenos intercambios [en los cuales] no necesariamente estuvimos de acuerdo… No obstante, creo que todos los interlocutores son unánimes en su apreciación: quedaron satisfechos con las discusiones. Igualmente, quedaron satisfechos con sus visitas. Nos felicitaron por la calidad de nuestros seminarios, diciendo: “Son normales (¡Afortunadamente! Se tiene que empezar por ahí…), estas personas no son intolerantes ni obtusas, sino animadas, abiertas, alegres, simplemente individuos normales. Y este comentario fue hecho por todos los visitantes. Indudablemente, esto es el lado humano, pero no debemos olvidarlo tampoco.

Para mí, estas discusiones, o más precisamente esta faceta más sencilla de las discusiones es importante, ya que uno de los problemas es la desconfianza. Ciertamente nosotros tenemos esta desconfianza. Y pienso que, sin duda alguna, Roma también la tiene respecto de nosotros. Y mientras esta desconfianza prevalezca, la tendencia natural es que tomemos cualquier cosa que se dice de manera equivocada, o que asumamos el peor escenario posible. Mientras continuemos con esa mentalidad recelosa, no podremos realizar muchos avances. Es necesario llegar a tener un mínimo grado de confianza, un clima de serenidad, para poder eliminar estas acusaciones a priori. Creo que nuestra forma de pensar sigue siendo ésta, y es también la de Roma. Esto toma tiempo. Ambas partes deben poder apreciar correctamente las personas, sus intenciones, para poder superar todo esto. Creo que esto va a tomar algún tiempo.

Esto también requiere de acciones que muestren buena voluntad, y no la intención de destruirnos. Actualmente, todavía tenemos esta idea en nuestras mentes, la cual es una postura ampliamente difundida: “Si nos quieren, es para asfixiarnos, y eventualmente destruirnos, para absorbernos totalmente, para desintegrarnos.” ¡Eso no es integración, es desintegración! Obviamente, mientras esta idea prevalezca, no podemos esperar nada.

7. El estado actual de la Iglesia: inquietudes y esperanzas

Me cuesta mucho trabajo discernir una línea de acción en lo que está sucediendo. Veo una confusión cada vez mayor, que es el resultado precisamente de elementos contradictorios, de la dilución de la doctrina, de la moral, de la disciplina. Todo esto está llevando hacia un sistema en donde cada hombre tiene que valerse por sí mismo. Los obispos dicen lo que quieren, contradiciéndose unos a otros. No hay llamamientos oficiales, claros, al orden, ni siquiera llamamientos hacia una dirección cualquiera, en uno u otro sentido. Hace unos cuantos años, todavía existía una línea. Era la línea modernista. Era el famoso espíritu del Concilio Vaticano II. Actualmente, vemos un profundo desacuerdo sobre estos temas entre los obispos e incluso en Roma. ¿Qué línea triunfará? ¿Qué línea prevalecerá? Por el momento, no puedo dar la respuesta.

Obviamente, nos podemos basar en ciertas reflexiones, ciertas indicaciones, diciendo que es claro que entre más avances logremos, más se debilitan o son debilitados los modernistas. Estos carecen de fieles, carecen de vocaciones; es una Iglesia que languidece. Y esto es verdad. Por otra parte, vemos entre los jóvenes un cierto número –es difícil hacer un cálculo correcto, pero es lo suficientemente consistente para que hagamos la observación– que quieren una Iglesia mucho más seria, en todos los aspectos, particularmente a nivel doctrinal. Jóvenes, seminaristas que quieren a Santo Tomás, que desean un regreso a una filosofía sana, a una teología clara, sana, a la teología escolástica de Santo Tomás. Vemos también entre estos jóvenes el deseo de una liturgia… no la llamaría “renovada”, sino más bien un regreso a la liturgia tradicional. Y el número de jóvenes parece ser impresionante. Nosotros no podemos calcularlo fácilmente, pero cuando escuchamos a los sacerdotes que trabajan con estos jóvenes en los seminarios modernistas, algunos llegan incluso a decir que el 50% de los nuevos seminaristas en Francia e Inglaterra aspiran a la Misa Tradicional. A mí me parece un gran número, y espero que sea verdad.

Sin embargo, vemos esbozarse esta línea muy claramente, es una línea ascendente, y con el paso de los años vemos que esta tendencia aumenta. Por poner un ejemplo, desde el año pasado, con el problema del Sínodo sobre el matrimonio, sobre la familia católica, se ha visto una oposición más pronunciada entre los dos campos que la que había habido antes. Creo que esto se debe a un fortalecimiento de los conservadores, que crecen, si no en sus números, sí, al menos, en su intensidad, sin duda alguna. Y, por otra parte, la mayoría, que claramente continúa siendo la parte dominante, pero que pierde fuerza, ya no logra imponer sus condiciones, al menos no logra imponer absolutamente todo, como solía hacer anteriormente.

Y así existen estas dos líneas. ¿Cuál es nuestro futuro en esta situación? Ante todo, debemos permanecer firmes. Existe una gran confusión. ¿Quién ganará? Nadie lo sabe. Esto vuelve nuestras relaciones con Roma extremadamente difíciles, porque estamos hablando con un interlocutor sin saber si al día siguiente, el documento en el que finalmente hemos logrado llegar a un acuerdo, tras numerosas discusiones, será, en efecto, el texto definitivo. Fuimos testigos en el 2012 de cómo un documento fue corregido, alterado por una interferencia… por una autoridad superior que, sin embargo, no fue el Papa. Nuevamente surge la pregunta: ¿quién gobierna la Iglesia? Yo diría que ésta es una pregunta muy interesante que permanece sin respuesta. Se trata de fuerzas… indeterminadas.

8. ¿Qué debemos pedirle a la Santísima Virgen?

¡Ah! Muchas cosas. Antes que nada la salvación. Nuestra salvación, la de todas las personas, la de cada una de las almas que llegan a la Fraternidad, que están dispuestas a encomendarse a ella, a sus sacerdotes, y por tanto, pidámosle a Ella la fidelidad para la Fraternidad. Fidelidad a la Iglesia, fidelidad a todo el tesoro de la Iglesia, el cual –sólo Dios sabe por qué, sólo Dios sabe cómo– está en nuestras manos, una herencia extraordinaria que es el tesoro de la Iglesia, el cual no nos pertenece a nosotros, y nuestro único deseo es que vuelva a recuperar su lugar, su verdadero lugar dentro de la Iglesia.

Pidamos el triunfo de la Santísima Virgen. Ella lo anunció. Yo diría que este triunfo se hace esperar, tal vez somos incluso un poco impacientes, especialmente cuando vemos todo lo que está sucediendo y que parece una total contradicción; simplemente se trata de un desarrollo que Dios permite, un juego aterrador y terrible: la falta de correspondencia entre la libertad humana, incluso entre los cristianos, y lo que pide el cielo, esta voluntad del cielo manifestada en Fátima, en otras palabras, la voluntad de Dios, de introducir en el corazón de los cristianos la devoción al Corazón Inmaculado de María, la cual tiene muchas dificultades para prevalecer. Sin embargo, no es tan difícil; ¡es tan hermoso, tan consolador! Y vemos esta gran batalla entre el demonio y Dios, siendo las almas el campo de batalla, las almas que Dios quiso que fueran libres, y que Él quiere ganar, pero no por la fuerza. Bien hubiera podido imponer su majestad, en modo tal que todos los humanos se postraran delante de Él –es lo que sucederá al fin del mundo, pero entonces ya será demasiado tarde-. La batalla debe emprenderse ahora.

Por lo tanto, hay que pedir a Dios que envíe gracias para ganar almas para Él, ¡y hay que colaborar en esta labor! En este sentido, le pediremos muchas cosas. Le pedimos que la Iglesia redescubra todos los elementos que constituyen su misión de salvar a las almas. ¡La única cosa, la primera y la única que le importa a la Iglesia, es salvar las almas!

Con el fin de mantener el carácter distintivo de esta entrevista se ha conservado el estilo hablado.

(Video entrevista grabada por DICI el 4 de marzo, 2016 – Transcripción realizada por DICI el 21 de marzo, 2016)

[1] Ver, en DICI n° 332, del 11 de marzo de 2016, “Noticias de Prensa: Consecuencias de la conferencia de Monseñor de Galarreta en Bailly”.http://www.dici.org/en/news/press-clippings-aftermath-of-bishop-de-galarretas-conference-in-bailly/ [2] Estas precondiciones eran: la Misa Tridentina garantizada a todos los sacerdotes y el levantamiento de las censuras contra la Fraternidad. Ver DICI n° 74, del 12 de abril de 2003. http://www.dici.org/en/news/interview-with-bishop-fellay-superior-general-of-the-society-of-st-pius-x/ [3] Desde octubre del 2009 hasta abril del 2011. [4] He aquí la respuesta de Monseñor Guido Pozzo, secretario de la Comisión Ecclesia Dei, en la entrevista que concedió a la agencia Zenit, el 25 de febrero del 2016. Pregunta: “Su excelencia, en el 2009 el papa Benedicto XVI levantó la excomunión a la Fraternidad San Pío X. ¿No significa esto que están nuevamente en comunión con Roma?” Respuesta: “Desde que Benedicto XVI levantó la censura de la excomunión de los obispos de la FSSPX (2009), ya no son sujetos a esa grave pena eclesiástica. Sin  embargo, aun después de ese paso, la FSSPX sigue estando en una situación irregular, porque no ha recibido reconocimiento canónico por parte de la Santa Sede. Mientras que la Fraternidad no tenga estatus canónico en la Iglesia, sus ministros no ejercen de modo legítimo el ministerio ni la celebración de los sacramentos. De acuerdo con la frase dicha por el entonces cardenal Bergoglio en Buenos Aires, y confirmada por el papa Francisco a la Comisión PontificiaEcclesia Dei, los miembros de la FSSPX son católicos en camino hacia una comunión plena con la Santa Sede. Esta comunión plena llegará cuando haya un reconocimiento canónico de la Fraternidad.” [5] Monseñor Pozzo, ibid.: “Es esencial encontrar una convergencia plena en lo necesario para estar en comunión plena con la Santa Sede, concretamente, la integridad del Credo católico, el vínculo de los sacramentos y la aceptación del Magisterio Supremo de la Iglesia.” [6] Carta del papa Franciso a Monseñor Rino Fisichella, con fecha del 1 de septiembre de 2015, justo antes de empezar el Año Santo: “Por mi propia disposición, establezco que los fieles que durante el Año de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X para recibir el sacramento de la reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.” [Fuente]
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